El hallazgo de un fósil en Marte espolea la investigación espacial y la construcción de una nave para viajar al planeta rojo. Pero la exploración espacial seguirá más allá, con inesperadas consecuencias.
Un libro que no está mal, de corte clásico, con su exploración espacial de civilizaciones extrañas y peligros insospechados y un giro final quizás ya demasiado visto. Entretenido es, pero los personajes son un poco planos y la prosa correcta.
Se deja leer.
Quince años después yo estaba en la Luna, colaborando en la puesta a punto del telescopio Chandragupta-Pertini en la cara oculta de nuestro satélite natural. Durante años, el observatorio astronómico de Mare Moscoviense había estado funcionando de forma automática, desde que se decidió retirar a todo el personal lunar de las distintas bases, porque su elevado coste de mantenimiento vital no producía ningún beneficio inmediato a las empresas y los estados patrocinadores. Pero entonces, ante la fiebre exploratoria potenciada por el descubrimiento del fósil extraterrestre y el inminente proyecto de ir a Marte, los astrónomos iban a volver a la Luna, con los geólogos y los constructores de habitáculos y estructuras. El nuevo telescopio de 62 metros de diámetro, junto al radio telescopio de 200 metros iban a convertir el viejo observatorio ruso en el más potente de la Historia, protegidos sus enormes instrumentos de turbulencias atmosféricas, por estar en la superficie de un cuerpo celeste sin aire, y de interferencias y polución lumínica por encontrarse en el hemisferio lunar donde no se reciben nunca los impertinentes influjos electromagnéticos de la Tierra. Se trataba de una obra colosal,
y los bisónos astronautas del último y masivo reemplazo encontramos allí un excelente campo donde adquirir experiencia para la exploración de otros mundos.
El nombre de Chandragupta-Pertini era un homenaje al doctor hindú Chandragupta y a su inspirador, un modesto y casi desconocido autor de ciencia-ficción argentino del siglo pasado, llamado Nicola Pertini, que fue el primero en exponer la idea de la Perspectiva Inversa Cosmológica (CLP). Mohandas Chandragupta había desarrollado matemáticamente esta hipótesis que iniciaría la Tercera Revolución Científica y le valdría el Premio Nobel, sin poder compartir la gloria con Pertini por haber muerto este hacía ya ochenta y dos años. En el pasaje más famoso de su novela El viajero del Arco Iris, el hasta entonces humilde escritor nos decía:
«No hay espectáculo más grandioso que el cielo estrellado. Y sin embargo nada hay tampoco más alejado de la realidad. El Universo, tal como lo vemos en una noche estrellada, nunca ha sido así exactamente. Cada cuerpo celeste está de nosotros a una distancia y dado que la luz tiene una velocidad que, con ser la más rápida que se da en la Naturaleza, es finita, vemos cada astro en un tiempo diferente. Así a una estrella la vemos tal como era hace diez años, si está de nosotros a diez años luz; mientras que otra se encuentra a cien años, o a mil, o a cien mil, según su posición en la Galaxia.
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