Novela corta con seis relatos todos protagonizados por este editor marginal con vena de detective. Lenguaje paródico y divertido, como es norma de la casa. Soy admirador del detective Buenaventura Pals, la pena es lo poco y mal que está editado.
Mi encendor de llama regulable me sirve para repasar suelo y paredes. Me resulta incómodo iluminar así y le pego fuego al periódico de Susi para utilizarlo a guisa de antorcha. Los muros están llenos de inscripciones anarco-eróticas de todas clases. Entre ellas, mi atención se fija en una cruz invertida, que aparece trazada en la diagonal al emplazamiento de la mancha dejada por el cuerpo asesinado. Está pintada en rojo y contrasta con los demás dibujos, todos ellos al yeso blanco o al carboncillo.
—¡Mira eso, tú!
—¿Qué crees que pueda significar?
Se nos acaba el combustible de prensa diaria. Susi va sacando más papelotes del bolsillo.
—Es mi declaración de renta —aclara.
—Podría ser sangre —paso el dedo por la superficie del dibujo—. Yo diría que esta cruz es posterior a todas las demás inscripciones que los gamberros han ido esparciendo por aquí.
—¿El asesino?
—Quizás. ¿No te quedan más papeles? —se nos acaba la renta.
Susi hurga en el bolso y me entrega unos análisis médicos. Tampoco me duran demasiado y, al final, encuentra su mechero, cuya llama es mucho más poderosa que la del mío propio. Gracias a él, puedo investigar mejor las particularidades de la cruz invertida. El brazo transversal no es recto, sino que traza un segmento de circunferencia perpendicular al vertical.
—Una extraña cruz, Buenaventura. ¿Por qué no reparó Pucha-des en ella?
—No la distinguió de los demás garabatos, porque no sabe ni dónde le quedan los huevos cuando mea —sentencio.
—¿Y tú qué dices?
—Por lo que sé de los libros, la cruz invertida es un símbolo del diablo. Salgamos de aquí. Ya hemos visto lo que queríamos.
No hay comentarios