Siempre me ha gustado el humor de Luis Piedrahita y su puesta en escena tan particular. Hubo una época en la que lo estaba pasando realmente mal, estábamos en crisis y cada día era una angustia. Pero ahí estaban los archivos de audio con Piedrahita alegrándome el día y funcionando contra la ansiedad mejor que cualquier lorazepam.
Ignoro si todos los textos de este libro han sido monólogos aunque juraría que algunos sí los he escuchado. En cualquier caso se disfrutan igual que si lo fueran, me han arrancado sonrisas y carcajadas e incluso algún que otro pensamiento profundo. Chistes que rozan el absurdo en la mejor línea de Jardiel Poncela.
Estoy seguro de que el siglo se te hace menos largo si lees a Piedrahita. O si lo escuchas.
Muy recomendable.
EL ZUMO DE NARANJA
El zumo pontífice
¿Qué pasa con el zumo de naranja, que en un bar te lo cobran a precio de barril de Brent? Ni que hubiera que ir a cazar las naranjas con una red. ¡4,75 euros el zumo! Tío, que hay que exprimir una naranja, no un tigre.
Y además ni siquiera la exprime el del bar. Lo hace una máquina gigante y despiadada, con toboganes y cuchillas… Vaya concepto: toboganes y cuchillas. Es como un Disneyland diseñado por Herodes. No se me ocurre una forma más cruel de matar a una naranja. La pobre se hace ilusiones.
—¡Hala! ¡Un tobogán! ¡Yupiii!
Chof.
Los niños pelirrojos gorditos, después de ver cómo funciona una máquina Zumex, no vuelven a subirse a un tobogán jamás.
El zumo de naranja es muy sano porque las naranjas son muy sanas. Son las aspirinas de la naturaleza. Son redondas, como las aspirinas; tienen vitamina C, como las aspirinas; y son fantásticas para cuando a tu pareja le duele la cabeza. Sí, porque ella coge una aspirina y se la toma, y tú coges una naranja y te la pelas.
El zumo de naranja es imprescindible para el desarrollo de la raza humana, pero a ese precio…, ¿qué vas a hacer? ¿Exprimirlo tú en tu casa? Pues sí. Para esto hay dos opciones, dos tipos de exprimidores caseros: el manual y el eléctrico.
El exprimidor manual es una especie de flan de plástico, inerte, pasivo y con una bandejita plato debajo… Es un timo, porque todo el esfuerzo de exprimir la naranja lo haces tú. Él no hace nada: él está ahí en plan liberado sindical. Si esa misma energía la dedicas a exprimir la naranja contra el pomo de una puerta, sacas la misma cantidad de zumo. No hay diferencia apreciable entre usar el exprimidor o aplastar la naranja contra la cabeza de una cabra, una boca de riego, la porra de un guardia o un pecho de la Venus de Milo.
El exprimidor eléctrico, en cambio, sí que es un avance. Es eficaz exprimiendo la naranja y además da gustito. Esa protuberancia giratoria que hace ñeeee te masajea la palma de la mano. De hecho, hay gente que se vicia y se queda más tiempo del necesario. Te quedas como en trance. Ñeeeeeeeee… Hay personas que se despistan y llegan a borrárseles las rayas de la mano.
¿Hasta cuándo se puede exprimir una naranja? La ONU debería tomar cartas en el asunto. Yo he visto gente que deja la piel de la naranja más finita que la placenta de un hámster.
La gente pasa ahí más tiempo del necesario porque creen que el zumero eléctrico no se cansa. Mentira. Sí se cansa, sí. Eso exprime hacia la izquierda —ñeeeeeee— y, cuando ya no puedes más, ñiiiiiii, cambia de dirección y exprime hacia la derecha. Ñeeeeeee… Es como el sistema electoral español. Te exprimen por la izquierda y cuando ya no puedes más te exprimen por la derecha.
Luego está el zumo de bote, con su etiqueta «Zumo de naranja cien por cien natural». ¡Qué huevos!
El que diga que eso sabe a naranja natural es que no ha probado una naranja en su vida. Eso sabe a mueble de madera recién pintado, y el que diga que no es que no ha probado un mueble de madera recién pintado en su vida. El zumo de bote no lo hacen con naranjas de zumo, ni siquiera con naranjas de mesa… Lo hacen con mesas directamente. Lo miras a la luz y tiene unos posos en el fondo, una especie de arena. Ese zumo no tiene pulpa: tiene serrín.
Y si seguimos descendiendo en el averno de las bebidas de naranja, allí abajo del todo está el Tang. El Tang era la bebida comercial más parecida al veneno. Aquello era colorante puro: de hecho lo vendían dentro de unos sobrecitos de metal, como los cartuchos de la impresora. Era tan químico que si te bebías un litro entero meabas Frenadol. La gente no lo sabe pero, etimológicamente, Tang viene de Satán. Y todas esas personas que cobran el zumo de naranja a 4,75 euros en un bar, u 8,50 si se trata de un bar del aeropuerto, tendrán ocasión de comprobarlo cuando vayan al infierno y el demonio les pregunte:
—Y usted, ¿por qué está aquí?
—Pues por vender zumo de naranja a precio de barril de Brent.
¿SABÍAS QUE…?
Un barril de Brent contiene 159 litros de crudo y su precio ronda los 100 dólares. De un barril salen 596 vasos, más o menos, con un precio de 0,1677 dólares cada uno. Eso quiere decir que el comentario de que el zumo de naranja es caro porque lo venden a precio de barril de Brent es una falacia. Ya nos gustaría…
PERO QUIZÁ NO SUPIERAS QUE…
En 1989, el artista francés Philippe Starck diseñó el icónico exprimidor Juicy Salif con forma de cohete, un hito del diseño industrial, que comercializa la marca Alessi por unos 56 euros. Parece caro, pero con lo que cuestan seis zumos de naranja en la cafetería del aeropuerto te lo pillas.
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