Cátedra, 1981, 2003. 210 páginas.
Obra de teatro inspirada en una romanza popular, en la cual un caballero de Olmedo fue asesinado supuestamente por celos. Lope de Vega arma una trama en la que interviene una celestina de manera muy parecida a la obra homónima y un pretendiente despechado lo asesina cuando va de Olmedo a Medina.
La edición, a cargo de Francisco Rico, está muy bien. Nos pone en el contexto, nos cuenta las diferentes versiones de la romanza en la que se inspira Lope y hace un análisis crítico excelente, como es habitual en esta colección. El texto se acompaña de numerosos pies de página que aclaran el significado de las expresiones.
La obra en sí, pese a ser una de las más famosas de Lope, personalmente me deja bastante frío. Y si bien es cierto que, como se dice, en cualquier obra suya siempre te encuentras unos cuantos versos brillantes (y ésta no es una excepción) también lo es que la trama no da mucho más de sí. Mitad inspirada en La Celestina, mitad en las coplas, ni la historia es original ni los personajes excesivamente profundos.
Sí se ve la inteligencia en la construcción de la obra, que va anunciando el final trágico y que distribuye bien la acción a lo largo del texto. Lo he leído después de El genio de Shakespeare donde el autor planteaba un universo alternativo en el que era Lope el que alcanzaba la categoría de mito y me reafirmo: hay muchísima distancia de calidad entre ambos.
Bueno.
Amor, no te llame amor
el que no te corresponde,
pues que no hay materia adonde
no imprima forma el favor.
Naturaleza, en rigor,
conservó tantas edades
correspondiendo amistades;
que no hay animal perfeto
si no asiste a su conceto
la unión de dos voluntades.
De los espíritus vivos
de unos ojos procedió
este amor, que me encendió
con fuegos tan excesivos.
No me miraron altivos,
antes, con dulce mudanza,
me dieron tal confïanza,
que, con poca diferencia,
pensando correspondencia,
engendra amor esperanza.
Ojos, si ha quedado en vos
de la vista el mismo efeto,
amor vivirá perfeto,
pues fue engendrado de dos;
pero si tú, ciego dios,
diversas flechas tomaste,
no te alabes que alcanzaste
la victoria que perdiste
si de mí solo naciste,
pues imperfeto quedaste.
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