Acantilado, 2011. 690 páginas.
Tit. Or. Warped passages. Trad. Eugenio Jesús López Ayala.
Lisa Randall es una física teórica especializada en los modelos de Branas (evolución de las supercuerdas). En este libro hace un repaso de la física moderna, desde los primeros pasos de la mecánica cuántica y la relatividad general hasta los modelos más recientes (en 2005) de la física teórica.
El punto fuerte son estos últimos, casi la mitad del libro, donde nos explica las últimas tendencias de la teoría de cuerdas. Una teoría que lleva mucho tiempo prometiendo realizar grandes avances en la física, pero que todavía no se han llegado a concretar. La información que proporciona es muy valiosa al estar contada por alguien que está metida en harina.
El libro no está exento de defectos: cada capítulo se inicia con una historieta que adelanta las temas que luego se tratarán y en general suelen ser bastante sosas, ni tienen la gracia de aquel señor Tompkins de Gamow ni la profundidad de los diálogos del Godel, Escher, Bach. La autora propone abundantes analogías y no todas son muy acertadas. También peca de excesivo protagonismo cuando explica sus modelos, sobre todo si tenemos en cuenta que de momento son especulaciones que no sabemos si entrarán en el canon de la física.
Pero en general es muy ilustrativo y merece la pena echarle un vistazo.
En la teoría de cuerdas surgen distintos tipos de branas. Se distinguen no sólo por su dimensíonalidad—el número de dimensiones por las que se extienden—, sino también por sus cargas, su forma y una característica importante que se llama tensión (a la que llegaremos enseguida). No sabemos si las branas existen en el mundo real, pero sí conocemos los tipos de branas que son posibles según la teoría de cuerdas.
Las branas no eran más que una curiosidad en el momento en el que fueron descubiertas. Entonces nadie vio ninguna tazón para considerar branas que interactuasen o que se moviesen. Si las cuerdas interactuaran sólo débilmente, como supusieron los teóricos de las cuerdas inícialmente, las branas D se encontrarían tan tensas que simplemente estarían ahí y no contribuirían de ningún modo al movimiento o a las interacciones de las cuerdas. Y si las branas no respondieran a las cuerdas en el bulto, serían sencillamente una complicación innecesaria. Serían un lugar o locali-zación, pero serían tan irrelevantes para los movimientos o las interacciones de las cuerdas como lo es la Gran Muralla China para nuestra existencia cotidiana. Además, los físicos no querían incluir las branas en la realización física de la teoría de cuerdas porque las branas violaban su intuición de que todas las dimensiones son creadas iguales. Las branas distinguen ciertas dimensiones—las que se extienden con la brana son diferentes de las que quedan fuera de ella—, mientras que las leyes conocidas de la física tratan todas las direcciones igual. ¿Por qué la teoría de cuerdas habría de ser diferente?
También esperamos que la física sea en un punto dado del espacio la misma que en cualquier otro. Pero las branas tampoco respetan esta simetría. Aunque las branas se extienden hasta el infinito en algunas dimensiones, están situadas en una posición fija en las otras direcciones. Por eso no ocupan todo el espacio. Pero en aquellas direcciones en las que la posición de la brana es fija, no es lo mismo estar a un palmo de la brana que estar a cien metros o a medio kilómetro. Imaginémonos una brana que esté empapada de perfume. Seguro que podríamos decir si estamos lejos o cerca de ella.
Por estas razones, los especialistas de la teoría de cuerdas ignoraron al principio las branas. Pero aproximadamente cinco años después de ser descubiertas, su estatus en la comunidad teórica aumentó espectacularmente. En 1995, Joe Polchinski cambió el curso de la teoría de cuerdas irreversiblemente cuando mostró que las branas eran objetos dinámicos que formaban parte integrante de la teoría de cuerdas y que muy posiblemente desempeñarían un papel crucial en su formulación definitiva. Polchinski explicó qué tipos de branas D están presentes en la teoría de supercuerdas y demostró que estas branas portan carga y que, por lo tanto, interactúan.
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