Tusquets, 2007. 118 páginas.
Tit. Or. La scomparsa di Majorana. Trad. Juan Manuel Salmerón.
Aunque lo venden como novela no es tal; es un estudio sobre la misteriosa desaparición del físico italiano Majorana, que según todos los indicios fue un sucidio (escribió algunas cartas que lo anunciaban). Pero como no se encontró el cadáver y hubo alguna cosa extraña con su trayecto en un viaje hay espacio para la duda.
El libro ofrece un acercamiento biográfico del personaje, genio pero poco sociable, sus relaciones con Fermi y Heisenberg, algunas historias familiares, y cual es la hipótesis alternativa al suicidio. Sin dar pruebas sólidas en un sentido o en otro, incita a la reflexión.
Este «informe sobre la trayectoria académica» de Ettore Majorana lo escribió él mismo en mayo de 1932, sin duda con fines administrativos, concretamente para acompañar la solicitud al Consejo Nacional de Investigaciones de una subvención con la que realizar aquel viaje a Alemania y Dinamarca que Fermi le había animado a emprender. En él se advierte el desinterés, muy negativo a efectos burocráticos, con el que se refiere a sus investigaciones («de diversa índole», dice, cuando otros las habrían enumerado detalladamente), y como una contradicción entre ese estudiar «por libre» y la afirmación de haberle sido en todo momento de gran provecho «la guía sabia y alentadora» de Fermi. Traslucen esas pocas líneas algo como forzado, como violento: la obligación de responder a la presión y al apremio de los amigos, de hacer lo que otros hacían o esperaban que él hiciese; la obligación, en fin, de adaptarse de un hombre inadaptado.
La verdad es que Majorana frecuentó por libre, en efecto, el Instituto de Física, y que Fermi no fue ninguna guía. «En otoño de 1927», cuenta Amaldi, «y a principios del invierno de 1927-1928, Emilio Segré hablaba a menudo de las excepcionales dotes de Ettore Majorana en el nue-
vo círculo que se había formado en los últimos meses alrededor de Fermi, y a la vez intentaba convencer a Majorana de que hiciera lo que él, alegando que los estudios de física se avenían mejor con sus aspiraciones científicas y su capacidad especulativa que los estudios de ingeniería. Se pasó a física a principios de 1928, después de una entrevista con Fermi cuyos detalles pueden muy bien dar idea de cómo era Ettore Majorana. Un día fue al Instituto de Física, en Via Panisperna, y lo condujeron al despacho de Fermi, en el que estaba también Rasetti. Era la primera vez que yo lo veía. De lejos parecía muy delgado, de andares tímidos, casi inseguros; de cerca destacaba su pelo negrísimo, su tez oscura, sus mejillas algo chupadas, sus ojos vivísimos y brillantes; en conjunto, semejaba un árabe» (en las fotos se parecía un poco a Giuseppe Antonio Borgese, del que también se dijo que parecía árabe).
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