Valparaíso, 2012. 280 páginas.
Trad. Mario Bojórquez.
Llego a este poeta a través de otro, como es habitual en esta extraña geografía de la literatura, donde los libros a veces esconden mapas del tesoro. Cavalo Morto de Juan Carlos Mestre me señala a Lêdo Ivo, poeta brasileño descomunal que afirma que su patria no es la lengua y que Mario Bojórquez selecciona, prologa y traduce de manera excelente para que podamos disfrutar de sus poemas.
Más de veinte libros de donde nacen textos tan maravillosos como, por supuesto, Caballo muerto:
En el Caballo Muerto, las muchachas acostumbran pasear con los soldados. Y después amar. Sucede entonces un despropósito: ellas, después del amor, bordan en las nubes, con un alfabeto azul y blanco, los nombres de sus enamorados: José, Antonio, Manuel, Juan.
Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores en el monte. Vuelven intrépidas, excitadas por el filtro de la luna. Y para ellas no hay exigencias, cobardías, acontecimientos. Sólo existen los soldados del batallón.
En agosto, enero y aún en septiembre, las muchachas aman en el Caballo Muerto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la arena del camino algo como espuma o velo. Los soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
En la noche, el Caballo Muerto nunca está solitario. Y si usted un día pasara por ahí y oyera voces, risas y gemidos de amor, no se asuste por miedo a los fantasmas. Son las muchachas amando a los soldados en el Caballo Muerto.
Lêdo nos habla del amor, o de los engaños de éste y de lo terrible de la muerte, cuya sombra no nos deja nunca en paz:
Con su mano siniestra la muerte tritura
nuestros sueños de insectos deslumbrados
y entorna la blancura del agua contenida en el vaso
prometido al desastre de una flor de astillas.
La muerte, siempre la muerte, importunándonos
como su zumbido de mosca funeraria.
También de los desfavorecidos, de los que se siente hermano. Su estilo varía, a veces usa prosa poética, otras verso libre, en ocasiones versos con rima breves, como haikus, formatos clásicos como sonetos… pero siempre es un goce perderse en sus estrofas.
Aquí: La poesía de Lèdo Ivo reproducen el prólogo de este libro y no encontrarán mejor introducción y reclamo de venta para acercarse a sus poemas.
Excelente.
Te doto con las caricias que el fin de la tarde explica.
Recostada, separas los naipes de la imagen y del tiempo,
pero no te quiero mirando las luces de la ciudad.
Te quiero junto a mí, apoyada al precario.
No pensando en la infancia, en el amor, ni atenta
a los deseos que cruzan nuestra eterna indolencia.
Te quiero sin palabras y sin vestido, y rendida, y salvaje,
pantera extraña que se deshace firmada en realidades.
EL POETA MODESTO
Este es mi legado:
polvo, viento, espuma.
Todo es siempre nada
y cosa ninguna.
LA PERRA
Atraídos por el olor de la sangre de sus entrañas
los perros siguen a la perra en celo como si fueran el séquito
de una reina negra. Y la olfatean en un movimiento impúdico
que tal vez merece ser llamado amor.
La perra finge que la persecusión la incomoda
y seduce como las mujeres solicitadas.
Un olor penetrante de vida la acompaña
entre los dos soles que limitan el paso del día.
En la noche, cuando la encierran en el galpón,
los perros quedan del lado de afuera, desolados y fieles.
Y sus gruñidos en la oscuridad nos enseñan
que el amor es una pasión inútil, una puerta cerrada.
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