Pasado y presente, 2017. 328 páginas.
Tit.or. The greatest history ever told. Trad. Javier García Sanz.
El título hace referencia a la Biblia, que recibe ese sobrenombre. Pero el autor considera que todavía es más grande la historia de la física moderna, desde las ecuaciones de Maxwell hasta el descubrimiento del bosón de Higgs.
Es cierto que la física de los últimos 150 años ha sido deslumbrante. Por un lado hemos sido capaces de explicar el funcionamiento del espacio tiempo y descubierto el maravilloso y paradójico mundo cuántico. Este conocimiento nos ha permitido, además, disfrutar de unos adelantos tecnológicos casi mágicos.
Pero por otro todavía no hemos sido capaces de unificar todas las dos teorías fundamentales en una sola y, lo que es peor, todavía quedan muchas preguntas en el horizonte que no parece que tengan respuesta inmediata. El 85% del universo no sabemos lo que es.
El libro hace un recorrido ameno y riguroso. Científico de primera línea él también nos habla de primera mano de algunos de los grandes nombres puesto que los ha conocido personalmente. Al ser un libro reciente incorpora los últimos descubrimientos -como el bosón de Higgs o las ondas gravitatorias- y hace una descripción tan emocionada del LHC que dan ganas de visitarlo.
Divulgación de alta calidad. Otras reseñas: La historia más grande… y La historia más grande…
Muy recomendable.
Apócrifa o no, hay a la vez mucha ironía y verdad en esa ingeniosa respuesta. La investigación impulsada por la curiosidad puede parecer autoindulgente y muy alejada del beneficio público inmediato. Sin embargo, esencialmente toda nuestra actual calidad de vida, al menos para quienes vivimos en el primer mundo, ha salido de los frutos de tal investigación, incluida por supuesto toda la potencia eléctrica que impulsa casi todos los aparatos que utilizamos en la vida diaria.
Dos años después de la muerte de Davy en T829, y seis años después de que se hubiera convertido en director del laboratorio de la Royal Institution, Faraday hizo el descubrimiento que cimentó su nombre como quizá el más grande físico experimental del siglo xix: la inducción magnética. Desde 1824 él había tratado de ver si el magnetismo podía alterar la corriente que fluía por un cable cercano o, por el contrario, producir algún tipo de fuerza eléctrica sobre partículas cargadas. Sobre todo, quería ver si el magnetismo podía inducir electricidad igual que Oersted había mostrado que la electricidad, y las corrientes eléctricas en particular, podían producir magnetismo.
El 28 de octubre de 1831 registró en su cuaderno de laboratorio una notable observación. Mientras cerraba el interruptor para establecer una corriente que circulaba por un cable alrededor de un anillo de hierro para magnetizarlo, advirtió instantáneamente un flujo de corriente en otro cable enrollado alrededor del mismo anillo de hierro. Así se hizo claro que lo que producía una fuerza eléctrica que hacía que fluyera una corriente en el otro cable no era la mera presencia de un electroimán próximo, sino la conexión o desconexión del electroimán. Posteriormente él demostró que el mismo efecto ocurría si movía un imán cerca de un cable. Cuando el imán se acercaba o se alejaba, una corriente fluía en el cable. Igual que una carga en movimiento producía un imán, de algún modo un imán en movimiento —o la variación de la intensidad de un imán— creaba una fuerza eléctrica en el cable cercano y producía una corriente.
Si las profundas implicaciones teóricas de este simple y sorprendente resultado no le resultan evidentes inmediatamente al lector, se le puede perdonar porque la implicación es sutil, y se necesitó la máxima mente teórica del siglo xix para revelarla.
Sin embargo, para situarla adecuadamente necesitamos recurrir a Un concepto que introdujo el propio Faraday Como señalé antes, Fa-mday tenía poca instrucción formal y era básicamente autodidacta. 1 orno resultado, nunca se sintió muy cómodo con las matemáticas y en llgún lugar he leído otra historia probablemente apócrifa según la cual Faraday presumía de haber utilizado una ecuación matemática solo Una vez en todas sus publicaciones. Desde luego es cierto que él nunca describió el importante descubrimiento de la inducción magnética en términos matemáticos.
Debido a su incomodidad con las matemáticas formales Faraday se vio obligado a pensar de forma pictórica para ganar intuición sobre la física que había tras sus observaciones. Como resultado inventó una idea que constituye la piedra angular de toda la teoría física moderna, y de hecho resolvió un enigma que había intrigado a Newton hasta el lin de sus días.
Fundamentalmente, Faraday se hizo la siguiente pregunta: ¿Cómo »sabe» una carga eléctrica cómo responder a la presencia de otra carga eléctrica distante? La misma pregunta se había planteado antes New-lon en términos de gravedad, cuando se preguntó cómo «sabía» la tierra responder como lo hacía a la atracción gravitatoria del sol. A saber, ¿cómo se transmitía la fuerza gravitatoria de un cuerpo a otro? A esto el dio su famosa respuesta: «Hypotkesis non Jingo», «yo no hago hipótesis», sugiriendo que había desarrollado la ley de fuerzas para la gravedad y había mostrado que sus predicciones encajaban con las observaciones, y eso ya era suficiente. Es una defensa que hemos utilizado muchos físicos desde entonces cuando se nos pedía que explicáramos varios resultados físicos extraños, especialmente en mecánica cuántica, donde las matemáticas funcionan pero la imagen física siempre parece una locura.
Faraday imaginó que cada carga eléctrica estaría rodeada de un «campo» eléctrico, que él podía pintar en su cabeza. Imaginaba que el campo podía representarse por un haz de líneas que emanaban de la carga en dirección radial hacia fuera. Imaginaba que las líneas del campo tenían flechas que apuntaban hacia fuera si la carga era positiva y hacia dentro si era negativa.
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