INcluye los siguientes relatos:
Estaciones de tren
Sofía
Pan de molde
La casa más vacía del mundo
Lo que brilla
Piscinas vacías
El Serengueti
Después de la lluvia
Migas
Los nombres de los acantilados
Lo que sostiene el mundo
Derrumbe
El rastro de los caracoles
Cuídate
El camino opuesto
La Siberia del amor
El origen de las certezas
El muro
La tostadora
Agudo como el mundo
Polen
Puentes
Uno empuja al otro
Prostitución
El bebé azul
Ecuaciones
Que, en general y salvo un par de excepciones, me han parecido muy malos. Me daba la impresión de estar leyendo a un adolescente que no hacía más que decir ‘Mira cuanto sufro’ sin que me causara la más mínima empatía. En la contraportada se habla de Carver y nada más lejos; en Carver se nos cuentan situaciones cotidianas bajo las que se adivinan grandes tormentas. Aquí se cuentan supuestas grandes tormentas sin que se adivine nada. Los problemas, además, son siempre los mismos: divorcios, familias rotas y para de contar.
Como para esta edición se habían añadido cuentos nuevos los leí con interés para ver si la autora había evolucionado algo, porque escribir no escribe mal, pero no. Entre los nuevos está uno ‘Prostitución’ que me parece de los más zafios y obvios del libro (que ya es mucho decir).
Que libros como este se vendan mucho y otros como este Los números imaginarios no tanto siempre me parecerá un mal síntoma.
No me ha gustado.
Allí estás. Has aparcado el coche en una estrecha calle del centro. Escuchas cómo la lluvia golpea las ventanas del vehículo. La esperas desde hace unos minutos. Te viene a la cabeza de nuevo el asunto de los budistas y la conciencia. Mientras estás ahí, atento por si aparece, has salido de tus tres estados habituales. Sonríes. No sabes cuántos estados budistas ocupa la alegría, la felicidad. Lo que sabes es que en tu vida ella empieza a abarcarlos todos.
Está lloviendo mucho. Piensas en tu isla, que estos últimos tiempos está extrañamente presente en tu vida. Recuerdas cosas de tu infancia y no sabes por qué, pero sientes el deseo de contarle esas cosas a ella. Como si fuera un recipiente. Como si pudiera saber algo de esos trenes con los que soñabas de
pequeño.
Te gusta ver cómo los trenes abandonan raudos las estaciones. Eres un buen espectador.
Lo sabes. Como sabes que ella también lo sabe.
De repente laves. Está ahí, sonriéndote frente a una tienda de telefonía móvil.
Lo que más te gusta de ella no es que sea guapa. I lay muchas chicas que lo son. Te gusta cómo te 111 i, cómo se ríe de ti, cómo tú se lo permites.
Os decís hola y la abrazas, le ¡’iisi.i tenerla así, tan cerca.
Te gustaría besarla, pero nunca lo lias hecho y crees que probablemente nunca lo harás.
Tienes miedo de que te rechace.
Empezáis a andar mientras te explica sus peripecias de estos días. La escuchas atento, y te cuenta, al final de su relato, que ha visto a un hombre en el avión que le recordaba a ti.
Le dices que esperas que fuera guapo y ella se ríe.
Vais bajando por la calle y te lleva a una tienda de decoración que aún está abierta. Te pide que entres con ella y la ayudes a escoger una taza de desayuno para una amiga.
—A ti no te puedo regalar tazas para desayunar. No sabrías dónde ponerlas, ¿verdad? ¿Qué le contarías a tu mujer?
La observas hablar con la dependienta, y te suena el teléfono. Es tu hija.
Sales de la tienda, pero sigues observándola a través del cristal. Te ves a ti mismo hablando con tu otra vida, con esa vida a la que ella no pertenece.
Tu hija te pregunta si el viernes puede ir al cine con unas amigas. Le dices que sí. Quiere saber si podrías ir a recogerla a las nueve y media, y vuelves a asentir porque no quieres alargarte. Cuelgas cuando ella sale de la tienda.
—Era mi hija —le dices.
Entonces ella te da la taza que ha comprado.
—Ponla donde quieras. Es una tontería, pero me gustaría que la tuvieras. Feliz Navidad.
2 comentarios
Vaya, ya veo que al final lo leíste y no te gusté. Comparto tu parecer. Un saludo
Sí, tenía curiosidad pero comparto tu opinión. No escribe mal, pero las historias que cuenta… no se puede ser más tópica e intrascendente.