Hasta yo, que no lo he leído, conozco la famosa magdalena:
«En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel tocó mi paladar… el recuerdo se hizo presente… Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto como reconocí los sabores de aquella magdalena… apareció la casa gris y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía, las calles…»
No he podido encontrar un artículo que leí hace tiempo sobre el turismo que va a comprar las magdalenas en el mismo sitio, se codea un rato con la cultura, y se vuelve para su casa. Pero leo estupefacto aquí: Marcel Proust: El laberinto de la memoria que la historia podría haber sido muy distinta:
La famosa palabra magdalena, con todas las asociaciones que conlleva, aparecía en un borrador de 1910 de Por el camino de Swann con el término más banal de galletas.
Hay que agradecer al autor sus manías de revisar todo. La galleta de Proust hubiera tenido mucho menos empaque.
3 comentarios
A mí «La galleta de Proust» me sugeriría un recuerdo de infancia en el que le atizan un guantazo (esto es, una galleta) por alguna travesura o comentario inadecuado.
I perquè no estaven inventats els donuts!
Si no recuerdo mal el pasaje completo son al menos dos páginas de un flashback, que empieza y termina con la magdalena y que describe muy bien como algo sin trascendencia puede secuestrarnos y mandarnos a un viaje en el tiempo dejándonos aquí ausentes, con cara de bobo.
En el contexto literario da igual galleta que magdalena, pero en el libro son niños bien, y las magdalenas tienen más alcurnia que una galleta para el desayuno del sábado, y más sabor.