Kelly Link. Magia para lectores.

marzo 28, 2014

Kelly Link, Magia para lectores
Seix Barral, 2011. 444 páginas.
Trad. Maia Figueroa Evans.

A Kelly Link la admiran escritores de la talla de Chabon o Gaiman, y aunque ha publicado unos cuatro libros aquí sólo se han atrevido a traducir esta selección de relatos, que incluye los siguientes:

Magia para principiantes
El bolso de las fadas
La chica detective
El gorro del Especialista
El fantasma de Louise
Animales de piedra
Camelia, Azucena, Azucena, Rosa
Viajes con la Reina de las Nieves
Matrimonio con zapatos
Piel de gato
Monstruos preciosos

En la contraportada nos avisan de todas las cosas maravillosas que nos vamos encontrar, desde bolsos que contienen pueblo a gorros que muerden. El primer relato, Magia para principiantes, hace alarde de ese exceso de imaginación y se me hizo muy cuesta arriba; aunque no estaba mal no me fascinó. Pero a partir de ahí la cosa fue cuesta arriba, y La chica detective con su mezcla de realidad y ficción y el terror de El gorro del Especialista ya pintaban bastante mejor. Pero entonces leí El fantasma de Louise y ahí caí rendido ante el particular universo de Kelly Link. Uno de los mejores cuentos que he leído en mucho tiempo. El resto, a la altura.

La autora combina lo cotidiano con lo fantástico de una manera muy particular y única. Es posible que no todos los finales sean satisfactorios, pero el recorrido sin duda lo es, con fragmentos y frases de quitarse el sombrero.

No soy el único enamorado, basta buscar un poquito: ‘Magia para lectores’, de Kelly Link , Magia para lectores o Magia para lectores – Kelly Link.

No todos los días tiene uno la sorpresa de descubrir un universo literario nuevo. Queremos más.

Calificación: Muy bueno.

Extractos:

—A veces me preocupo por si quiero más a uno de los dos. Por si quiero más a Tilly porque solía hacerse pis en la cama. O a Carleton, porque estuvo tan enfermo cuando era pequeño.
—Yo quiero igual a los dos.
Ni siquiera sabía que estaba mintiendo, pero Cathe-rine sí. Sabía que mentía y que no se daba cuenta, pero la mayor parte del tiempo no le parecía importante. Mientras él pensara que los quería a los dos por igual y se comportara como si así fuera, eso era más que suficiente.
—Entonces, ¿alguna vez te preocupa que tú puedas quererles más que yo? ¿O que yo les quiera más que tú?
—¿Les quieres más que yo?
—Por supuesto. Tengo que hacerlo. Es mi responsabilidad.


Te quiero desde la primera vez que te vi. Espantapájaros, mi querido espantapájaros, a ti te quise más que a nadie. ¿A quién se le hubiera ocurrido pensar que acabaríamos en este hotel? Tengo la sensación de que es el principio del mundo. «Esta vez —nos decimos el uno al otro— las cosas irán tal y como las planeamos.» Hemos evitado comernos la manzana de la cesta de fruta de cortesía. Cuando la serpiente que estaba enrollada en la alcachofa de la ducha me habló, llamé al servicio de habitaciones y Miss Ohio, la encantadora de serpientes, vino y se la llevó. Cuando estoy entre tus brazos, no añoro nuestra casa.


4. Final feliz
El hombre y la mujer están cogidos de la mano. Se van a casar pronto. Si miraras debajo de la mesa, verías que no llevan zapatos; están encima de la mesa. La adivinadora dice:
—Ha sido una suerte que os encontrarais, ¿sabéis? La mayoría de las personas no tienen tanta suerte.
Mira los zapatos fijamente —un par de botas viejas de color negro y un par de zapatillas de lona— como si nunca hubiera visto unos tan espléndidos, tan increíbles. Nunca nadie le ha traído un par de zapatos como aquéllos. Eso es lo que su expresión muestra.
—Os van a hacer muchos regalos de boda, regalos muy buenos —dice—. No quiero arruinaros la sorpresa, pero os darán dos cafeteras. Creo que deberíais quedaros con las dos, quizá se os estropee una de ellas.
—¿Qué más? —dice el hombre.
—Queréis saber si tendréis hijos, ¿verdad? Sí, tendréis crios; un par. Crios inteligentes. También tendréis nietos inteligentes. Pelirrojos. ¿Os gusta la jardinería?
El hombre y la mujer se miran y se encogen de hombros.
—Bueno, veo un jardín —dice la adivinadora—. Sí, un jardín, definitivamente. Plantaréis alhelí. Alhelí y tomates. Por eso yo te canto a ti, lindo capullo de alhelí, dame tu aroma seductor y un poquito de tu amor. Fabas. Vaya, ¿de verdad?
—Nat King Colé. Habas —dice el hombre—, se dice habas con hache.
—De acuerdo —dice la adivinadora—, habas con hache, tomates y alhelí. Cuando os hagáis mayores. ¿Qué más queréis saber?
—¿Envejeceremos juntos? —dice la mujer.
—Bueno, eso parece. A ver… yo creo que tiene buena pinta. Sí. Os hacéis viejos juntos. Canas y todo eso. Cultiváis cosas en el jardín, vuestros nietos os visitan, tenéis amigos y ellos también os visitan. Todas las noches son una fiesta. —Le da la vuelta a la bota y estudia el talón—. Vaya.
—¿Qué? —dice la mujer.
—Cómo os conocisteis, qué bonito. Mira esto. —La adivina señala la suela desgastada—. Fue una cita a ciegas. ¿Veis a qué me refiero con lo de la suerte?
—¿Y eso lo ves en el zapato? —dice el hombre.
—Sí. Claro como el agua. Como lo del jardín y los nietos. Cita a ciegas, primer beso, ¿eh? A la siguiente cita te invitó a cenar a su casa, pero antes lavó las sábanas. ¿Quieres que siga?
—¿Dónde viviremos? —dice la mujer—. ¿Nos pelearemos por el dinero? ¿Seguirá roncando cuando se haga mayor? Su sentido del humor… ¿seguirá contando los mismos chistes tontos?
—Escuchadme, vais a tener una buena vida. No querréis que os dé todos los detalles, ¿no? Marchaos a casa, planead vuestra boda, casaos. Creo que deberíais casaros a cubierto, porque quizá llueva. El tiempo no se me da bien. Seréis felices, os lo prometo. La felicidad sí se me da bien. Es lo que mejor veo. Si queréis saber algo sobre ronquidos, cáncer de mama o hipotecas, id a ver a la mujer de al lado, que lee las hojas del té.
«Envejeceréis juntos —les dice—. Os sentiréis cómodos el uno con el otro. Os lo prometo. Confiad en mí. Os veo, los dos estaréis sentados en el jardín. Tenéis tierra debajo de las uñas y bebéis limonada. No sé si es casera o no, pero es perfecta. No es demasiado dulce. Estáis recordando que yo ya os dije todo esto, acordaos de que os lo dije. Que teníais mucha suerte por haberos encontrado. Juntos os sentiréis cómodos, como un viejo par de zapatos.


Si eso no es amor verdadero, piensa Lee, es amistad verdadera, que probablemente sea algo incluso mejor.

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