Siruela, 1993. 234 páginas.
Trad. Jitka Mlejnkova y Alberto Ortiz.
Ya conocía la calidad del Capek cuentista, y por eso no me ha sorprendido la alta calidad de estos cuentos para niños, modernos en sus planteamientos pero bebiendo en las fuentes clásicas.
Hay magos y duendes, princesas y príncipes, pero mezclados con burocracia, investigaciones policiales y humor, mucho humor y ternura, marca de los buenos escritores.
Para niños de todas las edades. Capek es un gran escritor, en este libro me ha recordado al gran Cunqueiro.
-Yo jamás me he topado con ningún gnomo —afirmó el guardia Bambas—. Mi zona hasta ahora era Dejvice y en esas casitas nuevas no hay ninguna criatura, ni ninguna aparición, ni ningún fenómeno sobrenatural, como suelen llamarlos.
—¡Huy!, por aquí hay un montón de ellos —dijo el guardia mayor—. ¡Y antes hubo muchos más, sí señor! Sin ir más lejos, junto al dique de Sitkov habitaba un hombrecillo de las aguas desde que el mundo es mundo. La policía jamás tuvo que ver con él, tan buen hombrecillo de las aguas fue. El hombrecillo de las aguas de Liben es un viejo zorro, pero el de Sitkov era una persona muy correcta. Por ello la oficina municipal de aguas de la ciudad de Praga le nombró encargado municipal de los hombrecillos de las aguas y le pagaba un sueldo mensual. Ese hombrecillo de las aguas de Sitkov vigilaba el río Vltava para que no se quedase sin agua; las crecidas del río él no las ocasionaba, eso lo hacen los hombrecillos de las aguas rurales de la zona del alto Vltava, por ejemplo los de Vydersko, Krum-lov y Zvíkov. Sin embargo, el hombrecillo de las aguas de Liben lo incitó por pura envidia a que, por sus servicios, solicitara a la ciudad de Praga el título y el salario de concejal; y cuando en el ayuntamiento le dijeron que eso no podía ser, puesto que no tenía la titulación superior exigida, se ofendió y se marchó de Praga. Dicen que ahora trabaja el agua en Dresde. Ya se sabe que todos los hombrecillos de las aguas del río Elba, en el territorio de Alemania, hasta la ciudad de Hamburgo, son de origen checo. Desde aquel entonces no hay ningún hombrecillo de las aguas en el dique de Sitkov. A ello se debe que a veces haya poca agua en Praga. Además en la plaza de Carlos solían bailar de noche unos fuegos fatuos. Pero como ello
causaba malestar y la gente los temía, el municipio de Praga cerró con ellos un trato según el cual se debían trasladar a la Arboleda, donde un empleado de la empresa del gas iría a encenderlos y, por las mañanas, a apagarlos. Lo que pasó es que ese empleado que los encendía fue llamado a filas durante la guerra y entonces los fuegos fatuos quedaron olvidados… En lo referente a las hadas del bosque, pues de éstas había antaño sólo en la Arboleda unas diecisiete; pero al menos tres ingresaron en los conjuntos de baile clásico, otra se dedica al cine, y una se casó con cierto ferroviario de Stresovice. Hay unas tres hadas del bosque en los jardines de Kinsky, dos tienen su área de actuación en Gróbovka y otra suele aparecer en el Foso del Ciervo. El jardinero municipal encargado del parque de Rieger tenía pensado poner un hada del bosque en su parque, pero no se le dio bien; creo que hace demasiado viento por ahí. Además de los gnomos registrados en la policía, adscritos a los edificios públicos, parques, conventos y bibliotecas, hay en Praga al menos trescientos cuarenta y seis, sin contar los diablillos domésticos de las casas particulares, de los que no llevamos registro. En Praga había antaño fantasmas de sobra, pero ahora están dados de baja, pues se ha demostrado científicamente que los fantasmas no existen. Sólo en Mala Stra-na la gente, al parecer, en secreto y en contra de la ley esconde en los desvanes unos cuantos fantasmas anticuados, según me contó el otro día un compañero de la comisaría de Mala Strana. Y eso sería todo, por lo que yo sé.
—Excepto aquel dragón, o sea hidra —dijo el guardia Kubat—, al que mataron en los Hornos Judíos, en Zizkov.
—Zizkov —dijo el mayor de los guardias— nunca fue mi zona, así que no sé mucho sobre ese dragón.
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