Juan Miguel Aguilera y Javier Redal. Némesis.

noviembre 3, 2011

Grupo AJEC, 2011. 344 páginas.
Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, Némesis
Refugio revisitado

No sé cuanto tiempo hacía que leí El refugio. Y me sorprendió. Una novela de ciencia ficción dura, muy profesional, que demostraba que en este país se podía escribir tan bien como en los USA. Siempre la tenía en mi memoria para una relectura pero ¡sorpresa! el grupo AJEC publica esta Némesis que es una versión corregida y actualizada.

La tierra recibe un ataque inesperado que deja a la humanidad al borde de la extinción. Sólo las colonias y en particular la marciana podrán recuperarse e intentar sobrevivir, gracias a una serie de artefactos alienígenas que parecen estar esperándolos.

La distancia en el tiempo me impide valorar si es mejor la vieja o la nueva versión, pero sí puedo afirmar que mis recuerdos no engañaban y que ésta es una de las mejores novelas de la ciencia ficción hispana. La trama es sólida, los personajes atractivos, pero lo mejor es el futuro que plantean, repleto de tecnología extraterrestre y de escenas que le hubiera encantado firmar a Clarke (esa visita a Júpiter).

Volveré a releerlo.

Calificación: Muy bueno.

Un día, un libro (64/365)

Extracto:
El botellón de champaña se estrelló contra el acantilado y se rompió en mil pedazos. La explosión espumosa susurró y siseó sobre el cemento. Sonaron aplausos. El nuevo archipiélago quedaba inaugurado.
Vistas desde el aire, las islas artificiales parecían puzles a medio armar. Sus costas eran fractales muy recortadas, con complejos entrantes y salientes. Recios acantilados se erguían desafiando las olas, y al socaire del viento y el mar se extendían incitadoras playas de blanca arena. En el centro de cada una de ellas se alzaba una montaña de laderas perfectas para construir hoteles con un panorama magnífico.
El embajador de Mexi-Texas, que había lanzado la botella desde lo alto, sonrió mientras las cámaras registraban el acontecimiento. Pronto fue rodeado por otros personajes: representantes del estado mextex, del gobierno chileno, directivos de las empresas aradoras del cabo Hueso Parado, un agente de la Compañía de Seguros Ping’an, técnicos, periodistas, personal de construcción y peces gordos de la Zhongehuang Ltd., la compañía constructora de aquella isla, y de la Xinjiang Inc., su más directa competidora. Una vez acabadas las formalidades, descendieron a la playa —provisionalmente llamada E5— donde se había preparado un vino de honor.
Los últimos rayos del sol pasaban del rojo a un púrpura melancólico y empezaban a ralear. Hassan se sentía extraviado entre la multitud; su uniforme de la Corporación se perdía entre los esmoqúines blancos y los uniformes de la Zhongehuang. Permaneció concentrado en sus pensamientos, tratando de absorber la atmósfera de fiesta que lo rodeaba e integrase en ella. Pero su mente escapaba de allí y se refugiaba en un pasado que le atraía hablándole de épocas más sencillas y admirables. No entendía el porqué de esa manía morbosa de escarbar en sus recuerdos. El pasado estaba muerto, ¿no? Y Hassan sabía que ya había vivido sus mejores cincuenta años. El que ahora las cosas parecieran cada día un poco peor entraba dentro de lo esperable.

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