Edhasa, 1998. 112 páginas.
Tit. Or. First love. Trad. Dimas Mas y Mercedes Cernícharo.
Josie es una niña de once años, y después del divorcio de su madre tienen que ir a vivir como parientes pobres a la casa de su tía. Allí conocerá a su primo Jared, de 25 años, por el que se sentirá atraída con desgraciadas consecuencias.
Primer contacto con la autora, y que comienzo. Una historia agobiante, trágica y cruda. Una bofetada desde el mismo título, no quiero contar nada del transcurso de la historia para no revelar pistas, pero menuda patada en el estómago. Increíble la maestría de la autora describiendo a los personajes que rodean a la protagonista con cuatro diálogos.
Estupendo libro, excelente autora.
—¡Pobre Jared! Estaba predestinado —solía decir mamá de él—. Puedes verlo en algunos de los Burk-hardt. Lo ha heredado de su padre y con toda probabilidad de su abuelo, que también fue sacerdote presbiteriano. «Hombres del Señor» solían llamar a tales hombres. Suerte tenemos nosotras: nunca ha habido «mujeres del Señor».
Le pregunté a mamá si se acordaba del padre de Jared, el reverendo, y mamá dijo:
—¿Y si yo dijera que sí? ¿Qué significaría eso? No hay nada tan notable como la memoria humana, Josie. Las células cerebrales son, en un noventa y nueve por ciento, una solución salina: es realmente un milagro que recordemos cualquier cosa. Las neuronas se van descargando permanentemente, las «inapsis se cortan como hilos podridos. Se piensa que la actividad cerebral consiste en destellos eléctricos, como si se encendiera una zona del córtex y después otras.Tú sabes
lo idiosincrásica que es la iluminación. Puedes rastrearla, y predecirla. En el tiempo de un pestañeo puede borrarse todo lo que contiene la memoria humana. Cuando una persona dice «ah, sí, ya recuerdo», puedes dar por sentado que ya está inventando. El instinto para contar historias está ubicado en la misma parte de la médula que el instinto de reproducción de las especies. Luego si yo digo que sí me acuerdo del reverendo Jared Burkhardt sénior, a quien sólo había visto una vez antes de que muriera y que se mostraba en su ataúd como un cadáver extrañamente apuesto, con una cara marfileña, se trataría meramente de la envoltura del hombre, no del hombre interior y secreto. Con personalidades como la de Jared sénior y la de Jared júnior el único hombre real es el interior. El otro no es más que una endeble impresión del nervio óptico.
Pregunté a mamá si eso también era verdad para nosotras, si éramos sólo impresiones en los nervios ópticos de los demás.
2 comentarios
Devoro cuanto veo de Oates desde que leí La hija del sepulturero. Es majestuosa, oscura… Me recuerda a Lucía Berlín, a la que también has reseñado hace poco. Imposible salir indemne de su lectura.
Si tuvieras que recomendar un libro de Oates ¿Cuál sería?