Viene de aquí: Jesús López Bobadilla, el poeta nutricio (I) y Jesús López Bobadilla, el poeta nutricio (II) y Jesús López Bobadilla, el poeta nutricio (III)
No hace falta decir que acepté, si no, no estaría contándoles toda esta historia. Me traje la caja a Barcelona y la tengo en el despacho. Lo poco que he leído me lleva a pensar que merece la pena poner un poco de orden en el caos y separar el grano de la paja. Hay algunas cosas que pueden estar bien, aunque yo -como afirmo tantas veces por estas páginas- no entienda demasiado de poesía. Por ejemplo, estos dos poemas estaban bastante en limpio –deduzco que eran del libro ‘Nevera vacía’:
Restos
Como lo último que queda en la nevera
Medio limón
Limpio con la lengua
las cuatro migas que quedan en la mesa
Mastico lentamente durante horas
todos los garbanzos de la despensa
Menos uno
que guardo y miro todas las noches
antes de dormir.
Poética
Me despiertan a golpes,
arrastrándome a la fría mañana.
Mi hocico se agrieta con el suelo helado,
mi sangre enturbia el rastro
entorpeciendo mi tarea
ante la impaciencia de mi amos.
Si encuentro el tesoro negro y violeta,
de nuevo madera en cara y lomo
para arrebatarlo.
Y así, cada mañana,
aterido,
ensangrentado,
casi muerto,
sigo buscando.
Al publicar estos artículos un amigo de Logroño me envió un par de poemas de La cesta de la compra:
Dante
Zanahoria
Melón
Melocotón
Felicidad
La mayonesa,
espesa,
oculta del todo a la patata
(Del último creo que fue de dónde saqué lo de como unas bravas sin pan)
Y otro par que he recuperado estos días:
Tú
Trajiste a la fiesta
pepinillos en vinagre
y espárragos
Días más tarde
los comías delante de mí.
Y yo miraba.
Naranjas
Naranjas debajo de la cama
Naranjas inundando las calles
vendiéndose en ebay
desparramando su jugo
por las autopistas de la información
Naranjas que se desnudan
exhibiendo sus gajos
antes de vestirse con un jersey
naranja.
Me costó bastante descifrar lo siguiente –la letra de Jesús es bastante dura de leer- que parece un fragmento de diario:
En algunos comedores el alimento es infame, casi incomible. Cada cucharada es un latigazo de ironía. ¿Mejorarán mis versos alimentados por basura? ¿Se harán más auténticos? Empezaré a idealizar los filetes; el entrecot el cielo. Fuck the heaven!. Las patatas grasientas me nutren, lo que no me mata me hace más fuerte, siempre se acaba viviendo. Pero mañana al comedor de las Carmelitas. Hoy en el metro he vuelto a ver a la chica que leía a Gerardo Diego. No he podido ver que leía, sí sus piernas. Azucena en camisa. Desnudaría esa rosa.
El problema, siempre, es el tiempo. No lo tengo y a mi ritmo puede que termine de catalogar, organizar y pasar a limpio todo lo que hay en el 2080. A la vista está; tengo la caja desde hace medio año y hasta ahora no he escrito ésto. Necesito ayuda. Así que pido voluntarios que quieran convertirse también en albaceas literarios. Hay mucho material y estoy dispuesto a enviarlo físicamente o escaneado a quien quiera colaborar en el proyecto. Creo que vale la pena y que se puede encontrar material muy digno.
Ahora que está de moda la web 2.0 ¿por qué no ser un albacea 2.0? Si te interesa el asunto puedes ponerte en contacto conmigo en la siguiente dirección de correo:
Todo lo que vayamos obteniendo lo iré publicando en una página web creada para este proyecto, aunque no existirá ningún problema para que se publique en la bitácora de quienes colaboren. ¿Valdrá la pena lo encontrado? No lo sé. Pero creo que vale la pena intentarlo.
9 comentarios
¡Me ofrezco como albacea 2.0! Sabés dónde encontrarme.
¡Qué interesante! Un trabajal, pero al terminarlo será de enorme interés.
Os enviaré sendos correos 🙂
Acabo de leer toda la historia. Muy interesante, sí señor. Si «el poeta nutricio» acaba siendo reconocido, esto formará parte de su leyenda.
Veremos en que queda todo.
¡Qué grande!
¡Sólo de leerlo ya me está entrando hambre!
En nada yo también me pongo a leer sus composiciones.
Necesitamos todas las manos posibles 🙂
¡Qué historia! Me recuerda a Auster. En fin, en cuanto a los poemas, me gustan. Tienen contenido. Me gustaría echarte una mano, pero yo de poesía entiendo menos que tú. Supongo que ya hablaremos.
Ya hablaremos, claro que sí.