Buscaba libros de fotografía de Joan Guerrero y me encontré esta maravilla donde los textos están a cargo de Pérez Andújar. Si juntas a dos genios para hablar de la inmigración, antigua y moderna, el resultado solo puede ser una obra maestra que denuncia y conmueve. He disfrutado con cada página, cada reflexión de Pérez Andújar y cada fotografía de Joan Guerrero, que las tiene muy buenas (como la de la portada, magnífica).
Es una pena que las que más me gusten estén a doble página y sean difíciles de escanear, pero busquen al autor en google, que hay mucha documentación. Los inmigrantes de antes dejan paso a los nuevos, pero siempre hay extrarradios, existen márgenes, pisos donde se hacinan los pobres, que cambian de rostro pero son siempre los mismos, expulsados de un sistema que los necesita para mantenerse, pero a la distancia adecuada.
Seres que están vivos pero no existen hasta que no tengan un sello en unos papeles, que transitan por las calles sin aprobación oficial, que hacen filas interminables para ser reales, en un proceso en el que incluso Kafka se hubiera rendido.
Un libro imprescindible.
Guerrero cuenta la historia de un amigo que tenía, que murió joven y su madre quedó trastornada. No puede ser de otra manera. A modo de recuerdo y de consuelo le dio a la familia unas fotografías que le había hecho a su amigo. Las guardaban en una caja. Pero irrumpió un misterio. Resulta que al cabo de unos días algunas fotos de aquel hombre ha-
bían desaparecido. Así que Guerrero les llevó otras nuevas, con las que sucedió lo mismo. Nadie sabía explicarse qué pasaba con esas fotos, pero siempre era igual. Se evaporaban como lágrimas y él volvía a reemplazarlas. Hasta que una noche descubrieron a la madre rompiéndolas a pellizcos para comérselas porque quería llevar a su hijo dentro.
Los héroes de los cuentos son hijos de reyes caídos en la pobreza o genealógicamente pobres. Desde Pulgarcito y sus hermanos, que son abandonados en el corazón del bosque, hasta la Cenicienta, claro. De perdidos al río, lo consagra este dicho popular. El río es el camino de los pobres. En muchos relatos, el héroe es huérfano, porque cuando se es pobre no se tiene ni padres. Una vez, mientras mirábamos al río Besòs, a la puerta del colegio, le dije a otro niño, huérfano casi desde que nació, que vivir más allá del río era de pijos, y él me contestó que pijos éramos todos los que teníamos padre. El héroe pertenece antes al río que a su propia familia. Lanzarote del Lago, el más renombrado de los caballeros de la Mesa Redonda, fue robado recién nacido por un hada del agua, la Dama del Lago.
—Yo no hice la fotografía pensando que se trataba de un documento —explica con ironía, la ironía en Guerrero es un cansancio, una hartura de que sólo hablen los mismos—. De verdad, ¿cómo iba a ver yo ahí un documento? Lo que vi era lo que se ve en la foto: unos niños. Me gustó verlos jugando en el charco como todos los niños normales y corrientes y les hice la foto. Y ahora van y dicen que es un documento.
A la Santa Coloma de esa imagen, de esa emigración, se yuxtapone la Santa Coloma actual, y resulta que se trata de la misma, también con los pisos patera donde otra vez duermen cuatro, cinco personas en una sola habitación; diez, doce, catorce personas en un piso; con los niños jugando solos en la calle, corriendo entre los coches, como los de antes de los chiquiparks; con los hombres, las mujeres paseando, dando vueltas por las plazas y por las calles extrañando el entorno, igual que ha sido siempre, convirtiendo el barrio en un lugar extraño, donde extraño es sinónimo de algo nuevo. Las dos Santa Colomas, la vieja y la nueva, son la misma ciudad en su emigración. Y cada una lleva escrito en las rayas de sus calles un idéntico sortilegio, el mismo presente y el mismo futuro de sus habitantes. La emigración es el oficio más viejo del mundo y nunca cambia. Las ciudades se transforman y la gente se malea. Pero el camino de un emigrante siempre es el mismo.
También el cine va a explicar esa historia de los dos amigos huyendo de un mundo en busca de otro que ni saben si existe. Tony Curtís y Sidney Poitier convirtieron Fugitivos en un clásico. Como estos dos amigos, a orillas del río Besòs, apartados del resto del mundo. Están ante un atril, tocando la gaita, el instrumento atávico del folclore peninsular, y así encarnan la dimensión mitológica de todo lo que nos rodea; pero es que somos mitología antes que historia. Es más contemporánea la mitología que la historia. Estamos más cerca de lo que somos que de lo que pasa.
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