Alianza, 1978, 1996, 1997, 2005, 2006, 2007. 266 páginas.
Tit. Or. The catcher in the rye. Trad. Carmen Criado.
¿Cuando leemos un libro mítico, estará a la altura? Al leer Pedro Páramo pensé que sí, que era incluso mejor de lo que me habían contado. No me ha pasado lo mismo con este guardián que, aunque bueno, no me ha parecido para tanto.
A Holden Caulfield, un joven neoyorquino de 16 años, le explusan de la escuela. Vuelve a Nueva York, se aloja en un hotel y va un poco de aquí para allá sin tener muy claro qué es lo que quiere hacer. Pueden encontrar un buen resumen en la wikipedia: The Catcher in the Rye.
Bien escrito, sí pero no llego a explicarme como puede seguir vendiendo 250.000 ejemplares al año más allá de su fama. En cualquier caso mejor que se lean libros como éste que no otras zarandajas que corren por el mundo.
Aquí un colaborador invitado hizo una reseña: J. D. Salinger. El guardián entre el centeno. y aquí otra: [Crítica libro]: «El guardián entre el centeno» de J.D. Salinger .
Calificación: Bueno, pero no es p’a tanto.
Aun era pronto cuando llegué, así que me senté en uno de los sofás de cuero que hay cerca del reloj en el vestíbulo y me puse a mirar a las chicas. En muchos colegios estaban ya de vacaciones y había como un millón de chicas sentadas y de pie esperando que apareciera su pareja. Chicas con las piernas cruzadas, chicas con las piernas sin cruzar, chicas con piernas fantásticas, chicas con piernas asquerosas, chicas que parecían chicas estupendas y chicas que debían de ser unas brujas si llegabas a conocerlas. Era un panorama muy bonito, si entienden lo que quiero decir. En cierto modo, era también bastante deprimente porque uno no podía dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Quiero decir cuando salieran del colegio y la universidad. Te imaginabas que la mayoría se casarían con unos imbéciles. Con tíos de esos que siempre están hablando de cuántos kilómetros pueden sacarle a un litro de gasolina en sus malditos coches. Tíos que se enfadan como niños cuando les ganas al golf o hasta a un juego tan estúpido como el ping-pong. Tíos malos de verdad. Tíos que nunca leen libros. Tíos aburri-
dos… Pero con eso tengo que tener cuidado. Quiero decir con eso de llamar aburridos a algunos tíos. No entiendo a los tíos aburridos. De verdad. Cuando estaba en Elkton Hills, tuve como compañero de cuarto durante dos meses enteros a un chico que se llamaba Harris Macklin. Era muy inteligente y todo eso, pero era también uno de los tíos más aburridos que he conocido en mi vida. Tenía una de esas voces muy roncas y prácticamente no paraba de hablar. Nunca paraba de hablar y lo peor era que, para empezar, nunca decía nada que quisieras oír. Pero sabía hacer una cosa. El hijoputa silbaba como no he oído silbar a nadie. Podía estar haciendo su cama o colgando cosas en el armario -siempre estaba colgando cosas en el armario, me sacaba de quicio- y siempre silbaba mientras lo hacía, eso cuando no estaba hablando con esa voz tan ronca que tenía. Hasta podía silbar cosas clásicas, pero casi todo el tiempo silbaba jazz. Podía coger una canción muy de jazz como los Tin Roof Blues y la silbaba tan bien y tan suavecito -mientras colgaba cosas en el armario- que te podías morir. Naturalmente, nunca le dije que silbaba estupendamente. Quiero decir que uno no se acerca a un tío y le dice «Silbas estupendamente». Pero si compartí habitación con él durante dos meses enteros a pesar de que me aburría hasta volverme medio loco fue porque silbaba así de bien, mejor que ninguna otra persona a la que haya oído silbar jamás. Así que no sé. Quizá no haya que compadecer a las chicas que se casan con tíos aburridos, no sé. La mayoría no hacen daño a nadie y en secreto pueden silbar estupendamente o algo así. Quién demonios lo sabe. Yo no.
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