Iván Thays. Un lugar llamado Oreja de perro.

agosto 11, 2014

Iván Thays, Un lugar llamado Oreja de perro
Anagrama, 2008. 214 páginas.

Un autor del que había oído mucho hablar sin poder encontrar nada suyo. Empiezo por este libro, crónica de la violencia en Perú mediante el viaje de un periodista que tiene que cubrir la visita del presidente en las tierras de Ayacucho. Su vida personal hace aguas y en Oreja de Perro conocerá a dos mujeres con las que tendrá un romance.

Muy buena la descripción del ambiente, ese lugar parecido al infierno donde la civilización, en todas sus vertientes, parece no acercarse. La rapidez con la que el periodista va estableciendo relaciones me ha parecido algo inverosímil, pero la buena prosa lo salva todo.

Un libro donde importa menos la historia que cómo está escrito. Más reseñas y mejores aquí: Iván Thays: Un lugar llamado Oreja de Perro, Un lugar llamado Oreja de Perro, de Iván Thays y “Un lugar llamado Oreja de Perro” (2008) de Iván Thays .

Calificación: Bueno.

Extracto:
El padre de Mónica compró el Mercedes Benz rojo. Un lujo absolutamente innecesario, según repetía su madre, quien se lo recriminó muchas veces y en medio de cualquier lance; pero él estaba feliz y orgulloso del auto rojo. Llevaba a Mónica a pasear con él todos los días. Compraban helados, daban más vueltas, visitaban a sus amigos.
Sus amigos se burlaban del tamaño, o el color tan encendido, crueles, ajenos al prestigio de un Mercedes. Pero a ella le fascinaban aquellos paseos con su padre.
El padre no era de esas personas que salen los domingos a lavar su auto en mangas de camisa. Lo mantenía limpio llevándolo a un lugar de lavado o pagándole a alguien para que lo hiciera.
Además, olía a lavanda y a tabaco. El olor nunca se desprendió. Para Mónica, el concepto de su padre no podía disociarse del Mercedes. Siempre era él y el auto rojo.
Un día desapareció de la casa. Su padre, no el auto. Se llevó algunas cosas mientras su madre lloraba en silencio en la sala. Simplemente se fue.
Se fue solo, sin llevarse a Mónica, sin llevarse el Mercedes que su madre detestaba.
¿Una amante? ¿Tenía su padre una nueva familia?
¿Una decisión común? ¿Es que su padre, al que ella adoraba, podía ser una presencia insoportable para su mamá?
La huida del padre fue la gran ruptura de su vida. La madre se la llevó a vivir al pueblo de San Jerónimo, donde pasó un año. Un pueblo pequeño, donde consiguió amigas que eran muy ingenuas, que no conocían Lima y que le envidiaban sus juguetes, su ropa, sus historias.
Mónica extrañaba Lima.
Al fin, su madre decidió volver a la capital y empezar a vivir sin el fantasma del hombre que se había ido. Se había llenado de valor. Se olvidó de consultarlo con Mónica, de contarle sus planes. Simplemente la arrastró con ella y nunca más habló de su padre. No quería que nadie lo mencionara, ni su hija. Para ella estaba muerto.
Pero no estaba muerto. Su auto estaba ahí. El Mercedes Benz rojo. La madre no sabía qué hacer con él. Puso un aviso para venderlo, nadie ofreció demasiado. El auto se quedó estacionado en el garaje, inútil, por un tiempo. Un tiempo largo, como si no existiera.
Para Mónica sí existía.
Cuando quería pensar en sí misma, cuando se peleaba con su madre, cuando quería estar a solas con una amiga, cuando se enamoraba de alguien, cuando quería oír música, entraba al auto y cerraba las puertas.
Mónica cumplió diecisiete años y le dijo a la madre que iba a manejar el Mercedes.
La madre opuso resistencia. Una mediana resistencia. Todos le aconsejaron que se lo diese, que lo viese como una suerte de herencia del hombre que las dejó solas.
Ha heredado otras cosas de él, dijo refiriéndose al malhumor en las mañanas, a la forma ovalada del rostro, al intenso color de los ojos, a la terquedad.

Un comentario

  • Perros y gatos juntos octubre 26, 2015en7:16 am

    Me gusta mucho esta historia, aunque ingrese pensando que era algo relacionado con las mascotas, pero eso ya es otro tema

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