Isabel González. Casi tan salvaje.

febrero 11, 2020

Isabel González, Casi tan salvaje
Páginas de espuma, 2012. 152 páginas.

Incluye los siguientes relatos:

No es amor lo que se pide
El establo
Material a aportar por el alumno: gomaespuma para prótesis y deformidades
Monoteísmo
Por el este y en el oeste
Cuna
Líneas
Lo normal
La mujer inolvidable
Trasplante.
Una dirección
Casi tan salvaje .
Buena
Deja todo como lo encuentres..
Mi vuelta al mundo Pirarucú .
La duda
Magnolios
Decexo
Diminutivo
La tierra es el cielo de los pájaros

En los que el lenguaje predomina sobre la trama, a veces inexistente. En algunos cuentos esto juega en su favor, en otros en su contra. Paisajes emocionales dibujados con un lenguaje a medio camino entre la concisión y la poesía. Entornos oscuros y crudos como Una dirección o heridas abiertas como en Magnolios.

Seguramente me lo recomendaron aquí: Casi tan salvaje y ha sido una buena recomendación.

Muy sabroso.

-Gracias -contestó la camarera exagerando las erres y la modestia. Resultaba evidente que ella era la autora, pero la mujer quería oírlo de su boca. Obligarle a pronunciarlo. Tenía la costumbre de procurar felicidad.
-¿Lo ha hecho usted? -le preguntó.
Los congresistas pidieron la cuenta y la camarera se retiró a buscar la factura sin contestar. Uno de ellos se acercó a su mesa, le deseó buen provecho y le entregó una tarjeta. «Fulanito de tal, ingeniero eólico».
-Encantada. «Hermasa. Líderes en energía sosteni-ble» -respondió ella.
Sílaba por sílaba, el eslogan del tráiler que transportaba molinos de viento y que había duplicado la tarifa de su taxi hasta ahí. Sílaba por sílaba. Con la naturalidad de una mentira sin objetivo. El hombre se despidió y la camarera trajo el café.
-Parece de verdad -volvió a insistir en el cuadro.
-Es de verdad.
-No me refiero al café.
-Yo tampoco.
La camarera dejó la bandeja sobre la mesa, descolgó el cuadro y le pasó la manga para quitarle el polvo.
-¿De verdad quiere saber la historia?
De cerca, la camarera todavía era más rosa y más azul. Más lejana. Se sentó a su lado y comenzó a hablar.
-Mi padre sólo se bañaba una vez al año. Mi padre era un hombre de campo. Un día se marchó a la feria y volvió con un animal de cuento. «Os presento a Gallardo», nos dijo. Gallardo se dice Dzielny en mi idioma. «Os presento a Dzielny», dijo. Y me enamoré de ese caballo negro y brillante. Un animal hecho para volar. Yo limpiaba su cuadra, yo le daba de comer y yo fui la primera en darme cuenta. Sudaba, tenía fiebre, le sangraban los
cascos cada ve/ que labraba. «¡Un caballo de circo con los ahorros de diez años!», comprendí los reproches ilc mi madre. La debilidad de mi padre. Yo le daba de comer, yo lo cepillaba y yo limpiaba su establo.
La camarera se sirvió ginebra y señaló mi cuarto.
-Un establo muy parecido a ese.
-¿Mi habitación?
-Muy parecido, sí. Con un ventanuco que también daba a un valle -dijo. Vació su vaso y continuó-. Gallardo perdía pelo, las légañas lo cegaban y yo tenía que hacer algo. Tenía que hacerlo. Con el pelo muerto de sus crines yo rellenaba mi almohada, ¿comprendes? Así que, una noche, bajé al establo y le solté la cuerda.
La camarera miró el cuadro.
-Siga por favor.
-Fue mi padre quien lo encontró la mañana siguiente. Sin vida. Tirado sobre el heno. Yo le había soltado la cuerda que lo mantenía alejado del pesebre y él, el muy tonto, en vez de largarse, se había empachado de avena. El muy estúpido. Nunca confesé mi culpa. Nadie me pidió que lo hiciera porque en el fondo era un alivio. No esperamos a que amaneciera. Lo cargamos en un carro y lo llevamos a la sima. Su cuerpo negro se despeñó bajo una corona de buitres.

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