Círculo de lectores, 2004. 140 páginas.
Tit. Or. Felszámolás. Trad. Adan Kovacsis.
Obtuve este libro a cambio de mis palabras. Buen negocio, porque todo lo que voy leyendo de este autor me está gustando mucho.
El suicidio siempre parece incomprensible. Keserú intenta averiguar los motivos que llevaron a su amigo Bé a ese punto, a la vez que intenta encontrar la novela que está seguro dejó escrita y se reconcilia con los fantasmas del pasado.
Destacable la mezcla entre teatro y prosa, la historia del suicida, nacido en un campo de concentración -y superviviente, las dificultades de ser un editor en un regimen comunista y, como permeándolo todo, la liquidación, de regimen, de sueños, de la fuerza para vivir.
Extracto:[-]
Aun así, no creo que este libro me llevara a mi funesto camino. Lo leí, y se durmió poco a poco en mi interior, como otros, bajo las gruesas y blandas capas de mis lecturas posteriores. Un sinnúmero de libros duerme en mi interior, buenos y malos, de todos los géneros. Frases, palabras, párrafos y versos, que, tal infatigables realquilados, resucitan de forma inesperada, vagan en solitario por mi cabeza y a veces se ponen a badajear allí a voz en cuello, sin que yo atine a callarlos. Enfermedad profesional. Editando las mundialmente célebres memorias de un mundialmente célebre director de orquesta, topé por azar con una frase que supongo cierta: se quejaba el director de que, de resultas de los intensos ensayos, padecía insomnio crónico, puesto que era incapaz de controlar el estruendo de la orquesta que sonaba sin cesar en su cabeza.
No creo que sea una locura. Mi fe me ha mantenido en mi carrera, Judit. ¿Qué sería un editor sin la fe, sin una tarea espiritual? ¿Qué sería en un mundo censurado, maligno y analfabeto? Nada ni nadie. Un esclavo obligado a corregir deberes, un corrector abocado a la ceguera. Yo, sin embargo, creo en la escritura. No creo en nada más, sólo en la escritura. El hombre vive como un gusano pero escribe como los dioses. En algún momento se conocía este secreto, que ahora, sin embargo, se ha olvidado: el mundo está compuesto por fragmentos que se desintegran, es un caos oscuro e inconexo sólo sostenido por la escritura. El hecho de poseer una idea del mundo, de no haber olvidado todo cuanto ha ocurrido, de no haber olvidado que, en general, se tiene un mundo, se debe a la escritura. Esta, el invisible hilo de la araña, el logos que sujeta nuestras vidas, lo ha creado y no cesa de crearlo. Existe una antigua palabra bíblica, ya en desuso, que designa
al doctor de la ley: el escriba. El escriba es más que un talento, el escriba es más que un buen escritor. No es un filósofo, ni un lingüista, ni un estilista. Por mucho que tartamudee, por mucho que no lo entiendas de inmediato, siempre reconocerás al escriba. Bé era un escriba. Su legado no puede haberse perdido, puesto que nos lo legó a nosotros. Ahí está el secreto. No sólo el suyo sino también el nuestro. Y ahí reside también el secreto de la causa de su acto. Y de ahí sabré también si debo seguirlo o si tengo otra opción. Quizá sean tan sólo cinco palabras para descifrar, pero esas cinco palabras son la enseñanza. La quintaesencia, el sentido.
7 comentarios
Me impactó mucho este libro. Una dura historia muy bien contada que me hizo sentir a los personajes como algo muy cercano. Llegué a sufrir con ellos.
Fue el primero que leí de Kertész porque Sin destino estaba ya prestado, al revés que tú, y fue todo un descubrimiento gracias a Magda; lo «peor» que tiene es que es demasiado intenso, estoy de acuerdo con Madison. Por cierto, esto me recuerda que he de recuperar ese post que anda en las profundidades insondables de los borradores…
No he sido capaz de leer Sin destino, lo he intentado varias veces y noto un nudo que me impide continuar con la lectura, y eso que he leido bastantes libros sobre el holocausto, pero mira, este puede conmigo.
A propósito, este libro, Liquidación me recordó bastante a Tala de Thomas Bernhard. Quizá vosotros no le encontreis parecido…
No es de extrañar que no hayas sido capaz de leer Sin destino. Es uno de los pocos libros -por no decir el único- que consiguió que cuando levantaba la cabeza de sus páginas y veía el mundo real, me pareciera de mentira.
No he leído nada -mea culpa- de Thomas Bernhard. Prometo enmienda.
Me alegro de que lo hayas disfrutado tanto como yo tus palabras, debidamente registradas. Un fuerte abrazo desde esta neblinosa parte del mundo.
Buenas. Me gustaría que corriguierais el número de páginas del libro: no son 940 sino unas 150 aprox. No lo he leído, pero «Sin destino» me pareció sublime. Además la traducción es buenísima. Espero que aquí ocurra igual.
Gracias, se me fue el dedo.