La factoría de ideas, 2006. 440 páginas.
Tit. Or. River of gods. Trad. Manuel Mata.
Comprado en los saldos de la editorial a buen precio es posiblemente el mejor de los que adquirí en esa tacada.
Novela coral ambientada en la India, tan desmesurada como ésta, en la que el camino de diez personajes se entrecruzarán con la alerta de una rebelión de unas inteligencias artificiales de fondo.
Enmarcada dentro de lo que se llama ciberpunk, poco más me hace falta para que me guste. En este caso con el añadido del ambiente, una India post-tecnológica llena de contrastes y una resolución bastante bien hilada.
Otra reseña aquí: El río de los dioses y la noticia de que el autor vuelve al mismo universo aquí: Cyberabad Days, de Ian McDonald.
Calificación: Bueno.
Un día, un libro (224/365)
Extracto:
En la oficina del abogado Nagpal, las ventanas y los postigos están abiertos de par en par. El ruido de las calles es opresivo.
—Disculpas, disculpas —dice el abogado Nagpal mientras invita a sus visitantes a sentarse en los agrietados sillones de cuero y toma él mismo asiento tras su mesa tallada—. Pero es que este calor…. El sistema de aire acondicionado. Es el casero quien tiene la responsabilidad de repararlo. Una carta redactada en términos muy firmes sería lo mejor. Tomen un poco de chai, por favor. Para mí, el chai caliente es la bebida más refrescante cuando el calor aprieta.
Thomas Lull no está de acuerdo, pero el abogado Nagpal ha tocado ya la campanilla para llamar al wallah de la oficina.
—He oído que ya está lloviendo en Jharkhand. —El muchacho sirve el caliente y untuoso chai en una bandeja de bronce. Nagpal coge su taza y la apura de un trago. El abogado Nagpal, de Nagpal, Pahelwan & Dhavan es un hombre que actúa como si fuera mayor de lo que en realidad es. Thomas Lull suscribe desde hace tiempo la teoría de que todos los seres humanos tienen una edad espiritual en la que permanecen toda la vida. El se quedó en los 25. Este abogado tiene en su cabeza más de 50, aunque a juzgar por su cara y sus manos, Thomas Lull no le atribuye más de 30—. Bueno, ¿en qué puedo ayudarlos?
—Una fotografía se envió a mi colega, aquí presente, desde esta oficina —dice.
Nagpal frunce el ceño y dibuja un pequeño «¿eh?» con los labios. Aj coloca la agenda sobre la mesa y la empuja hacia él. Thomas Lull calcula que hace más de cuarenta grados, pero la chica se muestra fría y controlada. Su tilak parece resplandecer en la sombría oficina.
—Me la enviaron al cumplir los 18 —dice Aj sin más preámbulos.
— ¡ Ah, ya la recuerdo! —Nagpal saca su agenda de un maletín de cuero hecho a mano y busca en sus archivos. Thomas Lull se fija en el vuelo de los dedos del abogado, el movimiento de sus pupilas, la dilatación de sus fosas nasales. ¿De qué tienes miedo, abogado Nagpal, con tus diplomas, tus títulos y tus certificados en la pared?—. Sí, Ajmer Rao. Ha venido usted desde Bangalore. Extraordinario, y más aún en estos tiempos. La fotografía es, creo, de sus padres biológicos.
—Y una mierda —dice Thomas Lull.
3 comentarios
Una India post-tecnológica, suena bien. ¡Suena a estética Blade Runner! (que como te dije la prefiero a Sueñan las ovejas… ;D)
Y siguiendo mi vena cinéfila, aunque sé que no eres muy peliculero, pero me preguntaba si habrías visto Luces rojas de Rodrigo Cortés. Cuando la veía pensaba que era una buena película para «mundo-escéptico». Pero después de verla completamente, me he dicho: «no, casi mejor que no ellos no la vean» ja,ja (bueno, si la ves ya entenderás de lo que te hablo).
Y dentro de poco estrenan Prometheus de Ridley Scott (hago malabares con mi comment). ¡Esa si!
Interesante reseña. Le echaré un vistazo. 😉
Vigo, me apunto tus recomendaciones,
Heimdall, espero que te guste.