Shackleton books, 2023. 430 páginas.
Tit. or. Not born yesterday. Trad. Gonzalo García.
Ensayo cuya tesis central es que no es cierto que nos engañen cada día y que somos más fáciles de manipular de lo que parece, pero de escasa profundidad y menos enjundia. Lo he leído porque es un tema que me interesa bastante y quería ver si tenía algo interesante que decir. No lo tiene, al menos para mí.
Ojo, la tesis principal la suscribo al cien por cien. No es cierto que la publicidad nos obligue a consumir, los publicistas cada vez sufren más para conseguir que la gente compre sus productos e incluso para que se acuerden de su marca. Ninguna dictadura ha conseguido lavar el cerebro de sus ciudadanos. Las noticias de las manipulaciones de votos por campañas de facebook están uy exageradas. Los terraplanistas y los antivacunas son una minoría. Hasta ahí todo bien.
Pero el mensaje del libro se pasa por el otro extremo. Cierto, los terraplanistas son pocos, pero es que no debería haber ninguno ¿Por qué alguien cree en cosas tan absurdas? Cierto, la manipulación informativa no es tan eficaz como nos lo pintan, pero funciona ¿Cuánto y hasta donde? Aquí no se dice nada. Se limita a poner contra ejemplos (bastante escogidos y en muchos casos, discutibles) que contradicen lugares comunes como que las masas son influenciables o que el pueblo seguirá como imbécil a los demagogos.
Para resumir, como lo que quiere decir yo ya lo sabía y creo que se pasa de frenada y que tiene poca enjundia, me ha parecido una filfa y larguísimo.
No me ha gustado.
El carácter cognitivamente superficial de las ideas no intuitivas mitiga el desafío que representan para la vigilancia abierta, puesto que aceptar tales ideas resulta mucho menos peligroso de lo que sería si hubieran afectado a nuestros mecanismos cognitivos intuitivos. Pero esta superficialidad no explica por qué la gente acepta una diversidad de creencias estrambóticas que, al menos en parte, chocan con sus intuiciones. Se diría que a menudo la gente muestra una deferencia indebida y concede a determinadas autoridades más conocimientos de los que en realidad poseen (salvo en el caso de los científicos, cuya sabiduría, si acaso, se tiende probablemente a subestimar).
A menudo esta deferencia indebida se explica afirmando que algunas personas son carismáticas: la actitud, la voz, el lenguaje no verbal hacen que sean singularmente irresistibles e incluso creíbles. El antropólogo Claude Lévi-Strauss, que no figuraba entre los fanáticos de Lacan, describió sin embargo «el poder, el dominio sobre la audiencia que emanaba tanto de la persona física de Lacan como de su dicción y sus movimientos».19 La entrada de Lacan en la Wikipedia francesa, redactada en un tono casi servil, no vacila en afirmar que «el estilo de su discurso […] dejó una marca irrevocable» en la lengua francesa.20
Cuando se trata de creencias religiosas o científicas generalizadas, la explicación principal no puede ser el carisma. Ningún cristiano de nuestros días ha conocido a Jesús en persona y por mi parte he logrado aceptar el concepto de la inercia sin llegar a conocer a Galileo. No creo que el carisma personal sea una explicación mínimamente suficiente de por qué a algunas personas se las considera más creíbles que a otras. Entiendo que hay tres mecanismos que hacen que algunos individuos parezcan saber más de lo que en realidad saben y, por lo tanto, provocan que su audiencia les muestre una deferencia indebida. Creo que la difusión de creencias incomprensibles y antiintuitivas deriva en gran medida de una combinación de estos tres mecanismos.
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