Greg Egan. Diáspora.

octubre 7, 2011

Grupo AJEC, 2009. 318 páginas.
Tit. Or. Diaspora. Tard. Pedro Jorge Romero.
Greg Egan, Diáspora
Vuelta a los orígenes

Me gusta leer a Egan, aunque no siempre me gusten sus novelas. Pero creo que es el único escritor que mantiene vivo el espíritu de los pioneros: imaginar mundos posibles extrapolando los descubrimientos científicos actuales. En esta novela va más allá ue nunca.

Estamos en el año 3000, la humanidad se ha dividido en varias ramas evolutivas. Las que llevaran la voz cantante durante esta historia son las que viven en las Polis, simulaciones informáticas donde viven y nacen inteligencias artificiales autoconscientes. Pero aparece una amenaza en el horizonte, capaz de destruir la raza humana. Avisados por un mensaje extraterrestre se lanzaran a la conquista del universo y, cuando éste sea incapaz de protegerles del peligro, a otros universos.

Ciencia ficción en estado puro. Mi amigo Mon afirma que es la más dura de las novelas de Egan, y estoy de acuerdo con él, hay física a montones (su reseña aquí: Diaspora). No es un libro recomendado para quien empieza en este género. Pero para los curtidos, es excelente.

La única pega es la misma que sentí cuando leía Ciudad permutación. Por mucho que nos fascine una vida en un entorno simulado, alguien no simulado tiene que cuidar ese entorno. Una buena idea es la de las alfombras vivientes que aparecen en este mismo libro.

Uno de los más interesantes autores de ciencia ficción del momento.

Calificación: Muy bueno.

Un día, un libro (37/365)

Extracto:

Instantáneamente, el navegador abandonó el ensayo y error y se lanzó a un espasmo de repeticiones, invocando una y otra vez la misma imagen congelada del león. Así siguió hasta que incluso el más tosco de los discriminadores embrionarios de cambio dejaron al fin de disparase, y el navegador regresó a la experimentación.
Gradualmente, se llegó a un compromiso aceptable entre las dos formas de proto-curiosidad del huérfano: el impulso de buscar la novedad y el impulso de buscar un patrón recurrente. Repasó la biblioteca, aprendiendo a obtener flujos de información conectada —imágenes, secuencias de movimiento grabado, y luego cadenas más abstractas de referencias cruzadas— sin comprender nada, pero enlazados de tal forma que reforzaban su propio comportamiento cuando daba con el equilibrio adecuado entre coherencia y cambio. \
Imágenes y sonidos, símbolos y ecuaciones, fluyeron por las redes de clasificación del huérfano, dejando atrás no los detalles precisos —no la figura ataviada con un traje espacial, de pie sobre la roca gris y blanca frente al fondo de un cielo completamente negro; no la figura tranquila y desnuda desintegrándose bajo el enjambre gris de las nanomáquinas— sino un sustrato de regularidades simples, las asociaciones más comunes. Las redes descubrieron el círculo/esfera: en imágenes del sol y los planetas, en iris y pupilas, en fruta caída, en un millar de obras de arte diferentes, en artefactos y diagramas matemáticos. Descubrieron la palabra lineal para «persona» y la enlazaron tentativamente con las regularidades que definía el icono gestalt para «ciudadano» y con las características que descubrieron comunes entre muchas imágenes de carnosos y robots gleisner.
Llegada la quingentésima iteración, las categorías a partir de los datos de la biblioteca habían producida una hornada de diminutos subsistemas en las redes de clasificación de entradas: diez mil trampas de palabras y trampas de imágenes, todas preparadas y listas para saltar; diez mil monomaniacos detectores de patrones que miraban el flujo de información, constantemente alertas para descubrir su blanco concreto.
Las trampas se fueron conectando unas con las otras, al principio empleando la conexión simplemente para compartir sus evaluaciones, para cambiar las decisiones de las demás. Si se activaba la trampa de la imagen de un león, entonces las trampas para su nombre lineal, para el tipo de sonidos que se habían oído en otros leones, las características comunes de sus comportamientos (lamer a los cachorros, perseguir antílopes) se volvían especialmente sensibles. En ocasiones los datos de entrada disparaban simultáneamente todo un grupo de trampas interconectadas, reforzando sus conexiones mutuas, pero en ocasiones había tiempo para que trampas asociadas y demasiado dispuestas se disparasen prematuramente. Se reconoce la forma del león… y aunque todavía no se ha detectado la palabra «león», la trampa palabra «león» se dispara tentativamente… y también las trampas para lamer cachorros y perseguir antílopes.
El huérfano había empezado a anticipar el futuro, a tener expectativas.
Llegada la milésima iteración, las conexiones entre trampas se habían transformado en una red compleja por derecho propio, y en esa red habían aparecido estructuras nuevas —símbolos— que podían activarse entre sí tan fácilmente como por medio de los datos de los canales de entrada. La trampa imagen león en sí misma no había sido más que un patrón que enfrentado al mundo servía para declarar un acierto o un fallo, un veredicto sin mayores consecuencias. El símbolo león podía codificar una red ilimitada de consecuencias… y esa red se podía activar en cualquier momento, hubiese o no un león a la vista.

3 comentarios

  • The Walking City octubre 7, 2011en12:19 pm

    Pues si ya me quejé de exceso de hardness en algunos de los relatos de Axiomático, con lo que comentáis tanto tú como Mon me ha quedado bastante claro que de momento Greg Egan se queda en estado improblable aunque no descartable.

  • Madison octubre 7, 2011en3:16 pm

    No he leido nada de este autor, pero lo anoto para tenerlo en cuenta

  • Palimp octubre 7, 2011en3:30 pm

    Walking, Axiomático era light al lado de Diáspora. Bien es cierto que sus desmanes científicos no son imprescindibles para seguir la historia, pero pueden asustar un poco.

    Madison, es un autor para tener en cuenta pero cuidado, no todos sus libros tienen la misma calidad. Recomiendo empezar por Axiomático.

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