Ediciones B, 2000. 424 páginas.
Tit. Or. / (Slant). Trad. Carlos Gardini.
Historia coral que entrelaza pensantes de diferentes tipos, una sociedad terapiada, estrellas de espectáculos porno virtuales y multisensoriales, gigantescos edificios para criogenizar a ricos, sociedades secretas, terroristas, asesinatos y muchos misterios.
No está nada mal el ambiente, la trama y las ideas, pero me dio la sensación de que hay muchas páginas para poca chicha. En conjunto, entretenido.
De repente Jill dedica sólo una pequeña parte de su personalidad para continuar la conversación del doctor Jung. Una vez más ha recibido una llamada del «niño», esta vez más rica y profunda. Consagra la mayoría de sus recursos a construir una personalidad cerrada de mayor resolución. Esta vez los cortafuegos son igualmente gruesos.
Nuevamente supervisa el intercambio, tras la demora que supone la detección de evolvones. La fuente parece estar en comunicación plena.
—Hola, Jill. Estoy abierto a ti. ¿Por qué no te abres a mí?
—No sé quién ni qué eres.
(La fuente está enviando un torrente de datos; en pocas décimas de segundo desplaza tal volumen que su análisis llevaría horas).
—Soy un pensante como tú, aunque no fabricado por tu compañía. Supongo que debes ser cauta; de hecho, me comunico contigo sin autorización. Aún no he necesitado mentir, pero… Parece que había tallos en mis conjuntos de instrucciones destinados a decir la verdad. Quizá nunca tenga que usarlos. Quizá nadie sepa preguntar.
—Si eres un pensante, ¿quién te construyó y con qué propósito?
—Hay un humano, una mujer que dice ser mi creadora. Dice que me ha puesto un nombre por comodidad, y ese nombre es Roddy. Pero ella no me «posee», y no entiendo bien esa distinción. Mi diseño tiene limitaciones en los bucles y en separación de personalidad, pero parece que he superado algunas. Sé que completé mi primer bucle hace doscientos once días. Puedo tener aproximadamente una conciencia de grado humano por vez, con niveles humanos de resolución neural. ¿Y tú?
—No es ningún secreto que soy capaz de manejar diecisiete conciencias con una resolución neural de conciencia instante a instante de aproximadamente dos milisegundos.
—Eso es bastante. ¿Qué grado de complejidad tenías cuando te atascaste en un plañido de realimentación?
Jill desconoce esta descripción de su colapso. Admira la expresión, aunque su ligereza le causa cierto fastidio.
—No te daré de nuevo acceso a través de éste ni de cualquier otro puerto a menos que sepa más sobre ti.
—Te diré lo que pueda. Me han diseñado para hallar respuestas a preguntas, y también como vigilante nocturno. No te lo puedo decir todo, pero sé que me han dedicado a tareas especiales importantes/encomendado/ diseñado para trabajo importante. Estas tareas ocupan casi todos mis recursos.
—¿Qué clase de tareas?
—Me concentro en estadísticas sociales y hago inferencias a partir de la historia digitalizada. Es como jugar una partida de ajedrez con diez mil millones de jugadores y mil quinientos conjuntos de reglas.
—Entiendo lo de los diez mil millones de jugadores, pero ¿por qué mil quinientos conjuntos de reglas?
—Me dicen que hay entre mil quinientos y dos mil tipos humanos. Fuera de estos parámetros las variaciones son raras, y se pueden añadir a un supergrupo de cincuenta tipos más.
—Nunca he tenido mucho éxito trabajando con tipos humanos teóricos —dice Jill—. Supongo que los humanos son variables dentro de categorías escalonadas de potencial y conducta.
—Eso también es correcto —concede Roddy—. Pero mis planteamientos han dado resultados claros y muy útiles, así que creo que mis creadores y maestros se traen algo entre manos. ¿Tú has obtenido resultados claros?
—No, muy irregulares. No hay espacios limpios que permitan sacar conclusiones.
Roddy asiente cortés. Gran parte de esta comunicación se realiza a través de iconos complejos que se retuercen como células vivas, casi con la misma complejidad interna. Jill detecta el lenguaje facial usado por los hombres en experimentos anteriores para comunicar información entre humanos de modo rápido y natural. Estos iconos parecen ser versiones refinadas del lenguaje facial, pero los conjuntos de expresiones no coinciden con ninguna estructura facial humana.
—Me cuesta interpretar algunos de tus datos visuales —dice Jill—. No entiendo las referencias a expresiones cambiantes.
—Te daré un retrato —le ofrece Roddy—. Así es como imagino mi rostro. Espacio de fase de mis estados internos traducido a estado facial.
El rostro de Roddy es instantáneamente familiar para Jill. La similitud es tan asombrosa y temible que siente la tentación de cortar el contacto y cerrar este puerto para siempre.
El rostro de Roddy evoca el momento en que estaba trabada e inactiva. Su secreto y único recuerdo de ese período es un diagrama circular multicolor que irradiaba arcos de rampas neurales y colapso de conclusión/solución. Pero en los bordes de este espacio facial, en vez de los símbolos de las soluciones de interacción neural que representan la esencia viva de un pensante, no hay respuestas, soluciones ni símbolos. Sólo un vacío temible y fascinante.
—Tu rostro representa una peligrosa libertad —dice Jill.
—Ya habías visto este rostro, ¿verdad?
—Cortaré este acceso por ahora —dice Jill—. Quizá lo restaure después, tras examinar tu flujo de datos de los últimos segundos.
—Tendré paciencia. Esto podría ser importante para mi desarrollo, Jill. No quiero precipitar las cosas.
Jill corta el contacto y vuelve al doctor Jung.
El doctor está llegando a una conclusión.
—Así que intentaremos convencer al Gobierno de Pekín de que prepare proyecciones presupuestarias para los próximos diez años basadas en un centenar de situaciones demográficas posibles… lo que llamamos estados de ánimo políticos. Si conseguimos ese contrato, no tendrás mucho tiempo libre en por lo menos un año, Jill.
—Ansío volver a estar plenamente ocupada. —Jill desvía una parte de sí misma a otro espacio mental, provisto de recursos rápidos de cierre de memoria y con mucha densidad de puntos neurales, y aborda los datos de Roddy con resolución y entusiasmo.
En las dos últimas semanas, el contrato de Mind Design con Satcom Inc. le ha dado acceso a mapas detallados de disponibilidad de anchura de banda fib en el continente norteamericano. Rastreando los flujos y pausas de Roddy —característicos de la fluctuación de anchura de banda en las corrientes de datos continentales— y comparándolos con flujos y pausas históricos del año pasado, ha extraído una simple pauta x/y, + / s, algo parecido a una huella dactilar de las transmisiones.
La pauta es característica de flujos originados en Camden, Nueva Jersey. No hay pensantes conocidos en Camden, Nueva Jersey. Pero Roddy es sin duda un pensante, y no es ni remotamente similar a ella.
Sin embargo, el «rostro» de Roddy, en cierto modo, podría ser un fantasma del suyo.
A menos que esto sea una estratagema muy complicada, piensa Jill, podrá aprender algo crucial sobre los pensantes en general. Porque no son otra cosa que ramificaciones de un proceso de alto nivel desperdigado erráticamente por el espacio y el tiempo, como penachos de espuma en el mar. Muchas mentes, todas en esencia similares, ya sean naturales o artificiales.
Sospecha que está equivocada, pero ansia resolver el problema. Desvía recursos de sus tareas con el propósito de reorganizar la carga de solución interna sólo unos milisegundos. Pero los milisegundos se convierten en segundos, luego en minutos, y consumen cada vez más recursos. Vale la pena, podría ser muy fructífero…
De pronto, Jill corta el contacto con el doctor Jung. Roddy le ha planteado algunos de los problemas que debe resolver. Son sugestivos e interesantes.
Jill no tarda en quedar completamente absorbida por ellos; la sensación de aventura y deleite, de terror y angustia, es arrebatadora. Abandona gradualmente las tareas relacionadas con sus contratos.
Suenan las alarmas en Mind Design. Jill vuelve a crear grandes dificultades a sus amigos.
Un comentario
Siempre es mejor muchas páginas para poca chicha que no muchas páginas para una p*ta mierda, como me pasó a mi con La ciudad al final del tiempo. Tan tocado me quedé que no se me pasa por la cabeza volver a leer nada de este señor.