Sans soleil, 2018. 102 páginas.
Trad. Ander Gondra Aguirre.
El famoso arquitecto Frank Lloyd Wright estuvo muy influido por las estampas japonesas y no sólo tuvo una extensa colección sino que comerció con ellas llegando incluso a vender a museos. Cuando se descubrió que algunas de estas estampas eran falsificaciones perdió parte de su prestigio.
Si ponemos su famosa casa de la cascada al lado de la estampa de Hokusai la cascada de Ono veremos un inconfundible aire de familia:
El libro son reflexiones acerca de la belleza, el arte japonés y otras divagaciones que me han dejado bastante frío. Por suerte está bien surtido de reproducciones de estampas japonesas que me han gustado bastante más y cuenta con un prólogo excelente.
Se deja leer.
De ahí que esta cultura oriental nos brinde a Occidente una ayuda inestimable en el proceso de nuestra civilización. Nos maravillamos, con una cierta envidia, ante la sencilla inevitabilidad con la que el principio de la vida encuentra, en algo tan leve como una ramita de sauce, la plena expresión del sauce -una suerte de totalidad gloriosa-, con ese reposo absoluto que parece como un destino alcanzado. Inevitablemente, el secreto de la bellota es la gloria del roble. La piña emerge como un pino majestuoso, encontrando la plenitud de una vida destinada a ofrecer una expresión sin límites de su principio de vida simple, natural y bello. Al dirigirnos a la Naturaleza, aprenderemos cómo se nos ha impuesto una artificialidad que arruina y con frecuencia oculta nuestro propio yo y el mero transcurso del tiempo que, en combinación con la falsa educación de nuestros equivocados esfuerzos, deforma el reconocimiento pasado del principio de vida, implantado originalmente en nosotros para nuestro crecimiento personal como seres humanos y para nuestra función expresiva como artistas.
Siempre encontramos y sentimos en la propia Naturaleza una correspondencia de la forma y la función con el principio de la vida que parece detenerse únicamente con nuestro intento de domesticación del infinito. La sociedad parece perder o dejar de lado una cierta cualidad rara y preciosa en la domesticación o civilización, durante este proceso convencionalizador nuestro. Luchando por la libertad generamos fricciones y discordias que surgen de nuestros males. Por ello, los eruditos más sabios y los poetas más honorables se dirigieron directamente a la Naturaleza en busca del secreto. Allí, contra toda esperanza, ansiaban encontrar la solución a este enloquecedor y desconcertante problema, el orden correcto de la vida humana pero, por mucho que amemos al roble o al pino en su estado primigenio, su libertad no es para nosotros. Ya no nos pertenece, por mucho que la arrogancia del barbarismo dentro de nosotros pueda hacernos anhelarla.
2 comentarios
Qué bonito escrito, hay mucho que aprender de esas culturas milenarias. Gracias por compartir.
De nada, gracias por la visita.