Ediciones 1984, 1984. 288 páginas.
Introducción y notas: Bruno Damiani
Otro libro más del (antiguo) esclavo lector, que ya había leído pero que tenía ganas de releer. Nunca me canso de decir que los clásicos están más vivos que muchos libros contemporáneos y aquí tenemos un ejemplo. Más de un best-seller podría aprender del salero y la gracia de las aventuras de esta lozana andaluza.
Andaba un poco preocupado porque no recordaba muy bien el argumento, y al leerlo he comprendido por qué: no lo hay. Como en muchos libros de la época no hay una historia que vertebre el relato. Se trata más bien de una sucesión de historietas, anécdotas y descripciones de la época. La Lozana nació en Córdoba y su padre sólo le dejó a su viuda una casa en pleito y algunas deudas. Tras la muerte de su madre se queda sola, aunque consigue amancebarse con un mercader genovés con el que vive una temporada feliz sin que le falte de nada. Pero el padre del genovés no ve con buen ojo la relación de su hijo y lo encarcela arrojando a nuestra protagonista al agua. Ultrajada y sin dineros consigue llegar a Roma, donde se ganará la vida ejerciendo diversos oficios.
El valor de esta novela radica en la extraordinaria descripción que nos hace de la época y la completa galería de personajes que la pueblan y a los que el autor les hace hablar con un lenguaje desenvuelto y popular. Para que vean que los problemas del bilingüismo no son de ahora:
El modo que tuvo yendo con Aguilarico, espantándose
que le hablaban en catalán, y dice un barbero,
Mossén Sorolla:
—Ven ací, mon cosín Aguilaret. Veniu ací, mon fill. ¿On seu estat? que ton pare t’en demana.
AGUILARET. Non vul venir, que vaich con aquesta dona.
SOROLLA. ¡ Ma comare! Feu-vos ací, veureu vostron fill.
SOGORBESA. Vens ací, tacañet.
AGUILARET. ¿Qué voleu ma mare?, ara ving.
SOGORBESA. ¡Not cures, penjat, traidoret! Aquexa dona ¿hon te ha tengut tot vuy?
LOZANA. YO, señora, agora lo vi, y le rogaron unas señoras que me enseñase aquí junto a una casa.
SOGORBESA. Anau al burdell, i laxau estar mon fill.
LOZANA. Id vos, y besaldo donde sabéis.
SOROLLA. ¡Mira la cejijunta con qué me salió!
MALLORQUÍNA. Veniu ací, bona dona. No’s prengau ab aquexa dona, ma veina. ¿On anau?
LOZANA. Por mi vida, señora, que no sé el nombre del dueño de una casa por aquí que aquel niño me queríe mostrar.
MALLORQUÍNA. ¿Deveu de fer llabors o res? Que ací ma filia vos fará tot quan vos le comenareu.
LOZANA. Señora, no busco eso, y siempre halla el hombre lo que no busca, máxime en esta tierra. Decíme, así viváis, ¿quién es aquella hija de corcovado, y catalana que, no conociéndome, me deshonró? Pues ¡guay d’ella si soltaba yo la maldita! Ni vi su hijo, ni quisiera ver a ella.
MALLORQUÍNA. NO US cureu filia, anau vostron viaje, y si vos manau res, lo farem nosaltres de bon cor.
LOZANA. Señora, no quiero nada de vos, que yo busco una mujer que quita cejas.
MALLORQUÍNA. ¡Anau en mal guañy! ¿I axó voliau? Cercau-la.
Pero en lo que abunda el libro es en la descripción de los mil modos y maneras que tiene la Lozana de ganarse la vida; alcahuetando, componiendo afeites, depilando prostitutas y sacando los cuartos a la gente con conjuros aunque ella parece ser bastante escéptica:
Cómo platicaron la Lozana y Divicia de munchas cosas.
LOZANA. ¡Oh, Divicia!, ¿oíste nunca decir «entre col y col, lechuga»? ¿Sabes qué quiere decir?: afanar y guardar para la vejez, que «más vale dejar en la muerte a los enemigos, que no demandar en la vida a los amigos».
DIVICIA. ¿Qué quieres decir?
LOZANA. Quiero decir que un hortolano ponía en una haza coles, y las coles ocupaban todo el campo, y vino su mujer y dijo: «Marido, entre col y col, lechuga, y ansí este campo nos frutará lo que dos campos nos habían de frutar». Quiero decir que vos no deis lo que tenéis, que si uno no’s paga, que os hagáis pagar de otro doblado, para que el uno frute lo que el otro goza. ¿Qué pensáis vos que ha de hacer aquel naciado de aquellos cuchillos? Jugallos ha, y ansí los perderéis.
DIVICIA. NO perderé, que en los mismos cuchillos van dichas tales palabras que él tornará.
LOZANA. ¡Ándate ahí, puta de Tesalia, con tus palabras, y hechizos!, que más sé yo que no tú ni cuantas nacieron, porque he visto moras, judías, zíngaras, griegas y secjlianas, que éstas son las que más se perdieron en estas cosas y vi yo hacer munchas cosas de palabras y hechizos, y nunca vi cosa ninguna salir verdad, sino todo mentiras fingidas. Y yo he querido saber y ver y probar como Apuleyo, y en fin hallé que todo era vanidad, y cogí poco fruto, y ansí hacen todas las que se pierden en semejantes fantasías. Decíme, ¿por qué pensáis que las palabras vuestras tienen efeto y llévaselas el viento? Decíme, ¿para qué son las plumas de las aves sino para volar? Quitaldas y ponéoslas vos, veamos si volaréis. Y ansí las palabras dichas de la boca de una ostinada vieja antigualla como vos. Decíme, ¿no decís que os aconteció ganar en una noche ciento y diez y ocho cuartos abrochados?
¿Por qué no les dijistes esas palabras, para que tornasen a vos sin ganallos otra vez?
DIVICIA. ¿Y vos los pelos de las cejas, y decís las palabras en algarabía, y el plomo con el cerco en tierra, y el orinal y la clara del huevo, y dais el corazón de la gallina con agujas y otras cosas semejantes?
LOZANA. A las bobas se da a entender esas cosas, por comerme yo la gallina. Mas por eso vos no habéis visto que saliese nada cierto, sino todo mentira, que si fuera verdad, más ganara que gallina. Mas si pega, pega.
DIVICIA. Quítame este pegote o jáquima, qu’el barboquejo de la barba yo me lo quitaré.
LOZANA. Pareces borrica enfrenada.
DIVICIA. Acaba presto, puta, que me muero de sed.
LOZANA. NO bebas d’ésa, qu’es del pozo.
DIVICIA. ¿Qué se me da?
LOZANA. Porque todos los pozos de Roma están entredichos, a efeto que no se beba el agua d’ellos.
DIVICIA. ¿Por qué?
LOZANA. Era muy dulce de beber, y como venían los peregrinos y no podían beber del río, que siempre viene turbia o sucia, demandaban por las casas agua, y por no sacalla, no se la querían dar. Los pobres rogaron a Dios que el agua de los pozos no la pudiesen beber, y ansí se gastaron, y es menester que se compre el agua tiberina de los pobres, como veis, y tiene esta excelencia, que ni tiene color, ni olor, ni sabor, y cuanto más estantiva o reposada está el agua d’este río Tíber, tanto es mejor.
También aprovecha el autor para contarnos por boca de la Lozana cuentecillos y picardías populares, como la siguiente:
MÉDICO. Si haces como a la otra, mejor os pagaré.
LOZANA. Esto será más fácil cosa de hacer, porque diré que a la criatura le faltan los dedos y que vuestra merced los hará.
MÉDICO. Yo lo doy por hecho, que no es ésta la primera que vos sabes hacer.
LOZANA. YO’S diré: son lombardas de buena pasta; fuime esta semana a una, y díjele: «¿Cuándo viene vuestro marido, mi compadre?» Dice: «Mañana». Digo yo: «¿Por qué no’s is al baño y acompañaros he yo?» Fue, y como era novicia, apáñele los anillos, y dile a entender que Peran entrados en el cuerpo. Fuime a un mi compadre, que no deseaba otra cosa, y dile los anillos, y di orden que se los sacase uno a uno. Cuando, fue al último, ella le rogaba que le sacase también un caldero que le había caído en el pozo; y en esto, el marido llamó. Dijo ella al marido: «En toda vuestra vida me sacastes una cosa que perdiese, como ha hecho vuestro compadre, que si no viniérades, me sacara el caldero y la cadena que se cayó el otro día en el pozo». Él, que consideró que yo habría tramado la cosa, amenazóme si no le hacía cabalgar la mujer del otro.
Fuime allá diciendo que era su parienta muy cercana, a la cual demandé que cuánto tiempo había que era preñada, y si su marido estaba fuera. Dijo que de seis meses; yo, astutamente, como quien ha gana de no verse en vergüenza, le di a entender la criatura no tener orejas ni dedos. Ella, que estimaba el honor, rogóme que si lo sabía o podía, que le ayudase, que sería d’ella pagada. «Aquí está», digo yo, «el marido de la tal, que por mi amor os servirá, y tiene excelencia en estas cosas». Finalmente, que hizo dedos y orejas, cosa por cosa. Y venido su marido, ella lo reprehende haber tan poca avertencia, antes que se partiera, a no dejar acabada la criatura. D’esta manera podemos servirnos, máxime que, diciendo que sois físico eximio, pegará mejor nuestro engrudo.
Como se puede ver, talento e ingenio no le faltan a la Lozana. Pero ¿Qué personajes pueblan la Roma de principios del XVI? Dejemos que sea el propio autor quien nos lo diga:
VALIJERO. Pues déjame acabar, que quizá en Roma no podríades encontrar con hombre que mejor sepa el modo de cuántas putas hay, con manta o sin manta. Mira, hay putas graciosas más que hermosas, y putas que son putas antes que mochachas. Hay putas apasionadas, putas estregadas, afeitadas, putas esclarecidas, putas eputadas, reprobadas. Hay putas mozárabes de Zocodover,166 putas carcaveras. Hay putas de cabo de ronda, putas ursinas, putas güelfas, gibelinas, putas injuínas, putas de Rápalo Trapaínas. Hay putas de simiente, putas de botón griñimón, noturnas, diurnas, putas de cintura y de marca mayor. Hay putas orilladas, bigarradas, putas combatidas, vencidas y no acabadas, putas devotas y reprochadas de Oriente a Poniente y Setentrión; putas convertidas, repentidas, putas viejas, lavanderas porfiadas, que siempre han quince años como Elena; putas meridianas, ocidentales, putas máscaras enmascaradas, putas trincadas, putas calladas, putas antes de su madre y después de su tía, putas de subientes e decendientes, putas con virgo, putas sin virgo, putas el día del domingo, putas que guardan el sábado hasta que han jabonado, putas feriales, putas a la candela, putas reformadas, putas jaqueadas, travestidas, formadas, estrionas de Tesalia. Putas abispadas, putas terceronas, aseadas, apuradas, gloriosas, putas buenas y putas malas, y malas putas. Putas enteresales, putas secretas y públicas, putas jubiladas, putas casadas, reputadas, putas beatas, y beatas putas, putas mozas, putas viejas, y viejas putas de trintín y botín. Putas alcagüetas, y alcahuetas putas, putas modernas, machuchas, inmortales, y otras que se retraen a buen vivir en burdeles secretos y publiques honestos que tornan de principio a su menester.
LOZANA. Señor, esas putas, reiteradas me parecen.
VALIJERO. Señora, ¿y latín sabéis? Reitero, reiteras, por tornároslo a hacer otra vez.
LOZANA. Razón tiene vuestra merced, que agora dio las siete.
VALIJERO. Tené punto, señora, que con ésta serán ocho, que yo tornaré al tema do quedamos.
LOZANA. Decíme, señor, ¿hay casadas que sean buenas?
VALIJERO. Quién sí, quién no; y ése es bocado caro y sabroso y costoso y peligroso.
LOZANA. Verdad es que toda lo que se hace a hurtadillas sabe mejor.
VALIJERO. Mira, señora, habéis de notar que en esta tierra a todas sabe bien, y a nadie no amarga, y es tanta la libertad que tienen las mujeres, que ellas los buscan; llaman porque se les rompió el velo de la honestidad, de manera que son putas y rufianas.
LOZANA. ¿Y qué quiere decir rofianas? ¿Rameras, o cosa que lo valga?
VALIJERO. Alcagüetas, si no lo habéis por enojo.
LOZANA. ¿Cómo, que no hay alcagüetas en esta tierra?
VALIJERO. SÍ hay, mas ellas mismas se lo son las que no tienen madre o tía, o amiga muy amiga, o que no alcanzan para pagar las rufianas; porque, las que lo son, son muy taimadas, y no se contentan con comer, y la parte de lo que hacen haber, sino que quieren el todo y ser ellas cabalgadas primero.
Que Roma era un putiferio, vamos. Y siguiendo la sabiduria de la Lozana Andaluza una mujer podía ser puta
entre los doce y los cuarenta años
Que sorprende por los dos extremos. Hoy nos escandaliza pensar en una niña de doce años dedicándose a la prostitución, algo que en la época era muy normal (y, por desgracia, ahora en algunos paises también). Pero también sorprende pensar que a los cuarenta años una mujer estaba considerada tan vieja como para que no pudiera seguir en el oficio. Incluso llevando una vida disipada hoy en día una mujer de cuarenta años todavía está de buen ver.
No quiero acabar esta entrada sin recordar a los pacatos que opinaban que un libro de Monzó era obsceno. Si ya Aristófanes escribía comedias subidas de tono en las que las mujeres hacían huelga sexual, si Catulo escribía versos como el siguiente:
Caeli, Lesbia nostra, Lesbia illa.
Illa Lesbia quam Catullus unam
plus quam se atque suos amavit omnes,
nunc in quadriviis et angiportis
glubit magnanimi Remi nepotes.
(Celio, mi Lesbia, aquella Lesbia… Aquella Lesbia a la única que Catulo amó más que a sí mismo y a todos los suyos, ahora en los cuces y callejones se la pela a los nietos del magnánimo Remo. vía Cruzando la Laguna Estigia)
Y empezaba otros con frases como Pedicabo ego uos et irrumabo (cuya traducción podría ser os daré por el culo y me la mamaréis). Si en la edad Media el Arcipreste de Hita y Rabelais hacían que sus personajes tuvieran una interesante vida sexual… ¿A santo de qué viene esta gazmoñería moral? ¿Será que estos señores no se han leído a los clásicos?
No sean como ellos y lean a los clásicos. Son divertidos y nos enseñan como era la vida hace muchos años. En lo fundamental, muy parecida a la de ahora.
Escuchando: Lujuria. Burning.
7 comentarios
Diríase que tu vuelta tiene ecos aretinos, amigo. Me alegro por ello. De lo que no me alegro tanto es de esa frase tuya que dice:
«una mujer de cuarenta años todavía está de buen ver»
…si lo sabré yo (y mis circunstancias)
Apreciado palimp, sepa que le estoy votando y le votaré religiosamente cada día.
El lenguaje peninsular nos pone a los latinos en el ostracismo… imposible sentir ni una pizca de picor lujuriante en esas líneas.
Lo he conseguido, ya nos contarás que tal.
Besos bro.
Hola, estoy revisando tu blog. Me tomaré un tiempo para hacerlo con ánimo de votar por ti en 20 minutos. Te invito, igualmente, a mi blog. http://carloscuentero.blogspot.com/
Qué gusto da encontrarse con un blog así en medio de tanta cosa insulsa. Gracias.
P.S. Les he votado en el concurso de 20minutos.
Vailima, por eso me sorprendió la frase. ¡Cuantas mozas cuarentonas excitan el apetito!
Absence, gracias por el voto y la publicidad: no caerán en balde. Idem La Otra Chilanga.
Seikilos, no creas que a los peninsulares nos sube la líbido ese lenguaje arcaico.
Mr. Chick-pea, espero que una vez conseguido su propósito -ya me falta poco para concluir con el mamotreto que tuvo a bien apadrinar- se decante por algún otro libro más asequible. Axiomático y el primer caso de Bevilaqcua ya han caído.
Cuentero, gracias por la invitación que recojo gustoso.