En estos tiempos en los que es obligatorio ser feliz, tener siempre una actitud positiva y beber en tazas de Mr. Wonderful no está de más que alguien nos recuerde la importancia de odiar. Porque, seamos sinceros, todo el mundo odia. Y está muy bien odiar. Por ejemplo no hay que sentirse mal por odiar a los homófobos, a los machistas y a los racistas.
Se pueden odiar muchas cosas, excepto a los autónomos, que como bien dicen en el libro sólo pueden dar pena (exceptuando a los taxistas). En este libro encontraremos un catálogo de cosas odiosas escrito con mucha mala baba y un ingenio poco común que te arranca la carcajada en muchas ocasiones. Yo me reí, se lo dejé a mi mujer y se rió más que yo. Son las cosas del odiar.
Las ilustraciones y el formato del libro acompañan muy bien al texto y se incluyen pasatiempos y espacios en blanco para crear nuestras listas de odio personalizadas. Es un perfecto regalo para todo el mundo, menos para los que nos saludan diciendo ‘Holi’.
Muy recomendable.
Para liberar a los judíos, Dios castigó a los egipcios con diez plagas y mandó al ángel de la muerte a matar a todo primogénito. Moisés guio a su pueblo durante cuarenta años por el desierto y, justo cuando iban a entrar en Israel, Yahvé le dijo: «tú no entras». A Abraham le ordenó matar y quemar a su único hijo, y cuando ya tenía el cuchillo en el cuello… que no, que la cosa no iba en serio. El tipo era un cachondo, de ahí lo de la gracia de Dios.
En la América precolombina tenían un calendario completísimo de sacrificios humanos. ¿Llega febrero y queremos una buena cosecha? Los dioses exigen que matemos a cinco chavales, les arranquemos el corazón, los desollemos y cocinemos sus cabezas.
En los juegos de pelota aztecas, unos cuantos jugadores eran sacrificados después del partido. Una lástima no haber mantenido esta tradición.
Jesús y Mahoma trajeron dioses más civilizados que hablaban de paz, de poner la otra mejilla y de ser compasivos.
El buen rollo duró poco y pronto se nos fue de la manos lo de la Inquisición, la Guerra Santa y la Yihad. Desde entonces, cristianos y musulmanes han estado jugando al Cali ofDuty sin consola. Los israelíes se unieron a la partida porque les daba envidia.
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