RBA editores, 2008. 80 páginas.
¿Drama? ¿Comedia? Ambas cosas, seguro. Saliendo de los dramas rurales la sociedad puede seguir oprimiendo con sus normas. Pero, como dicen en esta guía de lectura:
El tiempo alcanza a los personajes, les quita las ilusiones, acumula sus fracasos, desgasta su amor, los envejece y los borra de la escena para dar paso a la juventud. El paso del mismo tiempo conduce a los personajes a la inevitable soledad y a la muerte
Un par de fragmentos. Crítica a los ricos:
Ama: Por eso siempre diré: ¡Malditos, malditos sean los ricos! ¡No quede de ellos ni las uñas de las manos!
Tía: ¡Déjalos!
Ama: Pero estoy segura que van al infierno de cabeza. ¿Dónde cree usted que estará don Rafael Salé, explotador de los pobres, que enterraron anteayer, Dios le haya perdonado, con tanto cura y tanta monja y tanto gori-gori? ¡En el infierno! Y él dirá: «¡Que tengo veinte millones de pesetas, no me apretéis con las tenazas! ¡Os doy cuarenta mil duros si me arrancáis estas brasas de los pies!»; pero los demonios, tizonazo por aquí, tizonazo por allá, puntapié que te quiero, bofetadas en la cara, hasta que la sangre se le convierta en carbonilla.
Tía: Todos los cristianos sabemos que ningún rico entra en el reino de los cielos, pero a ver si por hablar de ese modo vas a parar también al infierno de cabeza.
Ama: ¿Al infierno yo? Del primer empujón que le doy a la caldera de Pedro Botero hago llegar el agua caliente a los confines de la tierra. No, señora, no. Yo entro en el cielo a la fuerza. (Dulce.)Con usted. Cada una en una butaca de seda celeste que se meza ella sola, y unos abanicos de raso grana. En medio de las dos, en un columpio de jazmines y matas de romero, Rosita meciéndose, y detrás su marido cubierto de rosas, como salió en su caja de esta habitación; con la misma sonrisa, con la misma frente blanca como si fuera de cristal, y usted se mece así, y yo así, y Rosita así, y detrás el Señor tirándonos rosas como si las tres fuéramos un paso de nácar lleno de cirios y caireles.
La importancia de los recuerdos:
Rosita: Y tiene la misma cara.
Muchacho: (Alegre.) Un poquito peor. Yo la tengo hecha a martillazos.
Tía: Y las mismas salidas; ¡el mismo genio!
Muchacho: Pero claro que me parezco. En carnaval me puse un vestido de mi madre…, un vestido del año de la nana, verde…
Rosita: (Melancólica.) Con lazos negros…, y bullones de seda verde nilo.
Muchacho: Sí.
Rosita: Y un gran lazo de terciopelo en la cintura.
Muchacho: El mismo.
Rosita: Que cae a un lado y otro del polisón.
Muchacho: ¡Exacto! ¡Qué disparate de moda! (Se sonríe.)
Rosita: (Triste.) ¡Era una moda bonita!
Muchacho: ¡No me diga usted! Pues bajaba yo muerto de risa con el vejestorio puesto, llenando todo el pasillo de la casa de olor de alcanfor, y de pronto mi tía se puso a llorar amargamente porque decía que era exactamente igual que ver a mi madre. Yo me impresioné, como es natural, y dejé el traje y el antifaz sobre mi cama.
Rosita: Como que no hay cosa más viva que un recuerdo. Llegan a hacernos la vida imposible. Por eso yo comprendo muy bien a esas viejecillas borrachas que van por las calles queriendo borrar el mundo, y se sientan a cantar en los bancos del paseo.
Puedes leerla entera aquí: Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores
Un comentario
¡Olé al duende de Federico!