Siruela, 2010. 220 páginas.
Tit. Or. Jetë në një kuti shkrepësesh. Trad. Ramón Sánchez Lizarralde.
La muerte accidental de una visitante trastocará la vida de Bledi, antiguo reportero que sobrelleva como puede la separación de su pareja. Los recuerdos de su niñez en una casa pequeña, con apenas un sótano como espacio de libertad, pondrán en contexto su triste vida.
Lo mejor del libro es la alternancia entre el estilo de la narración de los sucesos del presente, en una prosa más impersonal, y los de los recuerdos, en primera persona, y como se van mezclando, diluyendo los límites, a medida que nos aproximamos al final.
Y por supuesto el retrato de una Albania con sus intrigas políticas y su vida en apartamentos tan pequeños como una caja de cerillas.
¡Ya es suficiente!, me diréis vosotros. ¡Hace falta estar enfermo para contar semejantes banalidades! Tal vez tengáis razón, pero ése no es mi problema. Si pertenecéis a la categoría de los afortunados que no han pasado la mayor parte de su vida en el espacio de las dimensiones de una caja de cerillas, es inútil que me extienda, difícilmente me comprenderéis. Un espacio así os comprime. Incluso si más tarde el azar os conduce a vivir en la opulencia, en espacios amplios, os lo aseguro -sobre esto puedo hablar con conocimiento de causa-, vuestro mundo se habrá quedado para siempre pequeño, tan pequeño como una caja de cerillas. Tendréis tendencia a reducir las dimensiones, a conformaros con las del espacio en que habéis crecido. Pero lo peor de todo es que vuestra noción del tiempo y del espacio perderá su sentido. Vuestros días discurrirán monótonos, el ritmo de vuestra vida estará preestablecido, poco más o menos como el orden de utilización matutina del cuarto de baño.
De cualquier modo, cualquiera que sea la idea que vayáis a haceros de mí, no excluyo la posibilidad, como ya he señalado, de que el olor de mis defecaciones haya desempeñado algún papel en la frialdad que se fue estableciendo en mis relaciones con Veronika, hasta conducir a la separación. Pero como temo que vosotros, de igual modo que ella, podéis poner en duda el estado de mis facultades mentales, renuncio a más especulaciones y me contento con someter a vuestra atención -por utilizar esta expresión que Veronika emplea imitando el habla de las altas personalidades de la política- un acontecimiento que calificaría de prehistórico de acuerdo con mi propia división del tiempo en épocas. Acontecimiento en el curso del cual mi concha perdida alcanzó el cénit de la gloria.
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