RBA, 2007. 220 páginas.
Emilia Pardo Bazán fue una adelantada a su tiempo, y una excelente novelista. Gracias a la colección RBA y su gusto por la novela del XIX voy a tener el gusto de poder leer una buena selección de sus obras. Y como siempre me pasa, me encuentro sorpresas muy agradables.
La tribuna es el apodo de Amparo, hija de un barquillero y una cigarrera que gracias a la casualidad consigue trabajo en la misma fabrica de tabaco que su madre, ahora impedida. Estamos en una época convulsa de España, la república parece inminente, y mucha gente del pueblo cree que llegará una época dorada en la que las desigualdades desapareceran. Amparo es una de ellas, y tan fervorosa es su pasión que se gana el apodo de La tribuna. Su gallarda figura consigue que se fije en ella un señorito bien que hasta le promete matrimonio. Me vienen a la mente muchos refranes, pero entre que son salidos de tono, y que estropean el final, me los callo.
Como buena novela naturalista hace un estupendo retrato del pueblo en un momento agitado de la historia. La huelga de la fábrica, las necesidades de los trabajadores, el uso del lenguaje llano (para el que se justifica en el prólogo), componen un cuadro muy bien construido.
La autora mira con cariño a las clases bajas, denunciando lo injusto de su situación, e incluso justificando ciertas situaciones:
—Si yo no las cuento para decir que esté bien hecho eso de…, de prender fuego y afusilar… ¡No, caramba! ¡No me entendéis, no os da la gana de entenderme! Lo que digo es que… hay que tener hígados, y no dejarse sobar ni que le echen a uno el yugo al cuello sin defenderse… Lo que digo es que, cuando no le dan a uno por bien lo suyo, lo muy suyo…, lo que tiene ganado y reganado… Cuando no se lo dan, si uno no es tonto…, lo pide…, y si se lo niegan…, lo coge.
Pero pese al cariño hay una distancia irónica; la esperanza que deposita el pueblo en la República no parece justificarse, y el destino de la protagonista parece indicárnoslo.
Me ha gustado más que Los Pazos de Ulloa. Aquí tienen un buen artículo al respecto: «La Tribuna», de Emilia Pardo Bazán, y un posible modelo real de su protagonista
Calificación: Muy bueno.
Un día, un libro (349/365)
Extracto:[-]
Encontró en él muy buena acogida y dos amigas: a la una se aficionó de suyo, movida de un instinto protector; llamábanla Guardiana; era nacida al pie del santuario de Nuestra Señora de la Guardia, tan caro a Marineda, y según ella misma decía, la Virgen le había de dar la gloria en el otro mundo, porque en éste no le mandaba más que penitas y trabajos. Guardiana era huérfana; su padre y madre murieron del pecho, con diferencia de días, quedando a cargo de una muchacha, de dos lustros de edad, cuatro hermanitos, todos marcados con la mano de hierro de la enfermedad hereditaria: epiléptico el uno, escrofulosos y raquíticos dos, y la última, niña de tres años, sordomuda. Guardiana mendigó, esperó a los devotos que iban al santuario, rondó a los que llevaban merienda, pidiéndoles las sobras, y tanto hizo, que nunca les faltó a sus chiquillos de comer, aunque ella ayunase a pan y agua. Al raquítico dio en abultársele la cabeza, poniéndosele como un odre; fue preciso traerle médico y medicinas, todo para salir al cabo con que era una bolsa de agua, y que la bolsa se lo llevaba al otro mundo. A bien que el médico no sólo se negó a cobrar nada, sino que, compadecido de la Guardiana, tuvo la caridad de meterla en la fábrica, que fue como abrirle el cielo, decía ella., Después de la Virgen de la Guardia, la fábrica era su madre. Nunca les había faltado nada a sus pequeños desde que era cigarrera, y aún le sobraban siempre golosinas que llevarles; fruta en verano, castañas y dulces en invierno. Amparo saqueaba la caja de los barquillos de Chinto con objeto de enviar finezas a la sordomudita. El taller entero tenía entrañas maternales para aquellos niños y su valerosa hermana, afirmando que sólo la Virgen era capaz de infundirle los ánimos con que trabajaba, sostenía las criaturas y vivía alegre y contenta como un cuco.
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