Ariel, 2015. 420 páginas.
Trad. Joan Andreano Weyland.
El autor nos cuenta su vida, desde sus problemas en Rusia por ser judío hasta su llegada a la universidad de Harvard. Por el camino nos explica el campo de las matemáticas en el que está trabajando.
Su historia personal, desde la discriminación -que desconocía- existente en las universidades rusas por el hecho de ser judío, cómo nació su interés por las matemáticas, su llegada a los Estados Unidos y los matemáticos con los que fue trabajando es muy interesante.
También lo es la descripción de su campo de las matemáticas, el programa Langlands (la wikipedia en castellano no tiene entrada). El estudio de las simetrías existentes en las matemáticas para obtener una especie de Teoría Unificada de las matemáticas.
Creo que el libro flojea un poco en estilo y claridad de divulgación, apenas nada. El contenido lo supera con creces y es una manera excelente de acercarse a los nuevos retos de las matemáticas.
Recomendable.
Incluso los estudiantes más excepcionales recibían este tratamiento. Vladimir Drinfeld, un brillante matemático y futuro ganador de la Medalla Fields, de quien hablaremos posteriormente, consiguió entrar como estudiante de posgrado en Mekh-Mat tras obtener su licenciatura (aunque, por lo que tengo entendido, fue complicadísimo de conseguir), pero al ser natural de Jarkov, Ucrania, le resultó imposible conseguir un puesto de trabajo en Moscú. Tuvo que conformarse con un puesto docente en una universidad provincial de Ufa, una ciudad industrial en los montes Urales. Con el tiempo consiguió un trabajo como investigador en el Instituto de Física de Bajas Temperaturas de Jarkov.
Quienes se quedaban en Moscú acababan empleados en lugares como el Instituto de Estudios Sísmicos o el Instituto para el Procesado de Señales. Sus trabajos consistían en tediosos cálculos relacionados con alguna industria en particular a la que estaba vinculado el instituto (aunque algunos, de multifacético talento, conseguían abrir nuevos caminos
en esas áreas). Tenían que realizar el tipo de investigación matemática que constituía su verdadera pasión en su tiempo libre.
El propio Gelfand fue expulsado de su trabajo docente en Mekh-Mat en 1968, tras firmar la famosa carta de noventa y nueve matemáticos en demanda de la liberación del matemático y activista por los Derechos Humanos Aleksándr Esenin-Volpin (hijo del poeta Sergéi Esenin) de una pena políticamente motivada que cumplía en un hospital psiquiátrico. Aquella carta estuvo tan hábilmente escrita que, tras su emisión por la radio de la BBC, la condena mundial puso en tal apuro a los líderes soviéticos que liberaron a Esenin-Volpin casi de inmediato.4 Pero también enfadó gravemente a las autoridades. Posteriormente encontraron maneras de castigar a todos los firmantes. Muchos de ellos, en especial, fueron despedidos de sus trabajos.5
De modo que Gelfand ya no era profesor de matemáticas en la MGU, aunque había sido capaz de conservar su seminario en el edificio principal. Su empleo oficial era en un laboratorio de la MGU que él mismo había fundado para realizar investigaciones en biología, otra de sus pasiones. Fuchs trabajaba en el mismo laboratorio.
Un comentario
No me extraña que ignores la persecución larvada a los judios en la Rusia soviética, que no fue tan feroz como la de los nazis pero fue muy violenta y sistemática…Muchos judios rusos acabaron en los gulags siberianos simplemente por ser judios. Los crimenes y genocidios del comunismo nunca han sido juzgados históricamente, a diferencia del genocidio nazi, que es ya un género literario y cinematografico. Es más, la sociedad (el stablisment) condena con evidente justicia los partidos neonazis, pero no hace lo mismo con los partidos neocomunistas. Es un problema que no se ha abordado todavia