Siruela, 2007. 230 páginas.
Tit. or. The eye of jade. Trad. Lola Díez.
Novela policiaca con una detective privada que debe encontrar un amuleto de Jade. Es la excusa para hacer un retrato de una china que se mueve entre lo moderno y las tradiciones, entre los remedios de la medicina tradicional y los hospitales punteros. Donde el gobierno tiene un peso definitivo, pero en el que hay espacio para que una detective busque su sitio.
Lo lei hace más de 10 años y recuerdo más el bar donde lo leí que los detalles de la trama, y apenas hay información en internet. Pero me gustó lo suficiente como para leer el siguiente de la saga.
Bueno.
-Me voy a Shenzhen. Ya he tenido bastante de Pekín y de la Agencia de Prensa Xinhua -declaró Li el Gorrión.
-¿Qué? -gritó el Gordo-. ¡No me lo habías dicho! ¿Vas a renunciar al «cuenco de acero» por un periódico local privado? ¿Es que te has vuelto loco?
-¿Qué tiene de estupendo la Agencia de Prensa Xinhua? No tenemos alojamiento, y el sueldo es miserable. Cuando terminamos la carrera, la cuestión era conseguir un trabajo en los departamentos importantes del gobierno. Ahora la cuestión es el dinero: si eres rico, eres alguien. Yo voy a ser jefe de redacción y a ganar un montón de pasta.
-No seas ingenuo -Hermana Mayor Hui abrió con un
chasquido una lata de cerveza Qingtao-; ¿qué es el dinero comparado con el poder? Mei tenía un bonito apartamento individual cuando trabajaba para el Ministerio de Seguridad Pública. Viajaba en coche oficial y comía en los mejores restaurantes. No era rica, pero ¿a que vivía bien? Mira a tu jefe: no tiene necesidad de ser rico. Saca todo lo que necesita, y más, de su trabajo.
-Bueno, pero yo no voy a ser nunca el jefe de la Agencia de Prensa Xinhua. Hay que ser de una pasta especial para trepar por el poste del poder. Yo no soy así. Yo voy a ser rico. Tendré mi propio coche y mi propio apartamento.
-Yo no necesito un coche, pero me gustaría tener un techo sobre mi cabeza -suspiró el Gordo-. El Diario de Pekín es mucho peor que la Agencia de Prensa Xinhua. Ni siquiera me dan cama en un dormitorio comunitario. Tengo treinta años y todavía vivo con mis padres. Así que les he dicho a los casamenteros que sólo me interesan las chicas cuyos puestos de trabajo incluyan el alojamiento.
-En las Zonas de Economía Especial como Shenzhen, la gente como nosotros podrá pagarse su propio apartamento -Li el Gorrión aspiró su pitillo.
-¿Y qué pasa con tu empadronamiento en Pekín? -le preguntó Mei-. Lo perderás si te vas. ¿Es que no vas a querer volver nunca?
Mei se entristeció. Li el Gorrión siempre había sido un sufriente y desesperado romántico. Hacía las cosas por pasión, a veces sin considerarlas debidamente. Por eso nunca encajó en el pragmático modo de vida chino. En ciertos aspectos, Mei sentía una fuerte conexión con él. Ambos eran marginales, aunque de distinto tipo. Li el Gorrión aspiraba a la aprobación y la aceptación de otros. Mei, en cambio, pensaba que nadie la entendía, y por eso no le importaba lo que pensasen de ella.
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