Este sí. Un libro que recoge una gran variedad de romances con buen ojo. Algo tendrá que ver que Dámaso Alonso sea un excelente poeta. No hay aparato crítico, pero no hace falta. Al leer estos romances casi se escucha la música. Una delicia que quiero compartir en parte con ustedes, por lo que les pongo una buena cantidad.
Estos libritos se encuentran en casi todos los saldos, por muy poco precio. Creo que no puede haber mejor compra.
Calificación: Imprescindible.
Un día, un libro (257/365)
No quiero ser monja, no,
que niña namoradica só.
Dejadme con mi placer,
con mi placer y alegría,
dejadme con mi porfía,
que niña malpenadica só.
Quien amores tiene, ¿cómo duerme?
Duerme cada cual como puede.
Quien amores tiene de la casada,
¿cómo duerme la noche ni el alba?
Duerme cada cual como puede.
Quien amores tiene, ¿cómo duerme?
Duerme cada cual como puede.
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la doncella
que fuera discreta y bella,
para el que gozare de ella
será gustoso, aunque tardo.
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la casada
me satisface y agrada,
porque como está encerrada
ni la celo ni la guardo.
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la viuda
por mi casa y puerta acuda,
que no hay peligro ni duda,
si la pica sólo un cardo.
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la beata
es apacible y no mata,
que no pide oro ni plata,
mas secreto y paño pardo.
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de cualquier monja
que me chupa como esponja
y todo es una lisonja,
y muero, padezco y ardo.
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la soltera
lo trocaré por cualquiera,
aunque vuestro dolor fuera
más que Narciso gallardo.
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
Quiero dormir y no puedo,
que el amor me quita el sueño.
Manda pregonar el rey
por Granada y por Sevilla
que todo hombre enamorado
que se case con su amiga:
que el amor me quita el sueño.
Que se case con su amiga.
¿Qué haré, triste, cuitado,
que era casada la mía?
Que el amor me quita el sueño.
Quiero dormir y no puedo,
que el amor me quita el sueño.
Romance de la guirnalda
—»Ese guirnalda de rosas,
hija, ¿quién te la endonara?»
—»Donómela un caballero
que por mi puerta pasara;
«tomárame por la mano,
a su casa me llevara,
«en un portalico oscuro
conmigo se deleitara,
«echóme en cama de rosas
en la cual nunca fui echada,
«hízome —no sé qué hizo—
que de él vengo enamorada;
traigo, madre, la camisa
de sangre toda manchada.»
—»¡ Oh sobresalto rabioso,
que mi ánima es turbada!
«Si dices verdad, mi hija,
tu honra no vale nada:
«que la gente es maldiciente,
luego seras deshonrada.»
—»Calledes, madre, calledes,
calléis, madre muy amada,
«que más vale un buen amigo
que no ser mal maridada.
Dame el buen amigo, madre,
buen mantillo y buena saya:
la que cobra mal marido
vive malaventurada.»
—»Hija, pues queréis así,
tú contenta, yo pagada.»
Romance de la hija del rey de Francia
De Francia partió la niña,
de Francia la bien guarnida;
íbase para París,
do padre y madre tenía.
Errado lleva el camino,
errada lleva la guía;
arrimárase a un roble
por esperar compañía.
Vio venir un caballero,
que a París lleva la guía.
La niña desque lo vido
desta suerte le decía:
—»Si te place, caballero,
llévesme en tu compañía.»
—»Pláceme», dijo, «señora,
pláceme», dijo, «mi vida.»
Apeóse del caballo
por hacelle cortesía;
puso la niña en las ancas
y él subiérase en la silla.
En el medio del camino
de amores la requería.
La niña desque lo oyera
díjole con osadía:
—»Tate, tate, caballero,
no hagáis tal villanía:
hija soy yo de un malato
y de una malatía;
«el hombre que a mí llegase
malato se tornaría.»
El caballero con temor
palabra no respondía.
A la entrada de París
la niña se sonreía.
—»¿De qué vos reís, señora?
¿De qué vos reís, mi vida?»
—»Rióme del caballero,
y de su gran cobardía,
«¡tener la niña en el campo,
y catarle cortesía!»
Caballero con vergüenza
estas palabras decía:
—»Vuelta, vuelta, mi señora,
que una cosa se me olvida.»
La niña, como discreta,
dijo: —»Yo no volvería,
«ni persona, aunque volviese,
en mi cuerpo tocaría:
hija soy del rey de Francia
y de la reina Constantina,
«el hombre que a mí llegase
muy caro le costaría.»
Romance del prisionero
Que por mayo era, por mayo
cuando los grandes calores,
cuando los enamorados
van servir a sus amores,
sino yo, triste, mezquino,
que yago en estas prisiones,
que ni sé cuándo es de día
ni menos cuándo es de noche,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor;
matómela un ballestero:
¡ déle Dios mal galardón!
El enamorado y la muerte
Un sueño soñaba anoche,
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca
muy más que la nieve fría.
—¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante:
la Muerte, que Dios te envía.
—¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
—Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy de prisa se calzaba,
más de prisa se vestía;
ya se va para la calle
en donde su amor vivía.
—¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando:
junto a ti, vida sería.
—Vete bajo 4a ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare
mis trenzas añadirla.
La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía:
—Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.
Un comentario
Muy buena recopilación de poesía popular. Yo también he manejado mucho ese libro. Recomiendo también «Lírica española de tipo popular», ed. de Margit Frenk, Cátedra.