Colson Whitehead. La intuicionista.

septiembre 6, 2022

Colson Whitehead, La intuicionista
Mondadori, 2000. 280 páginas.

Lila Mae es la primera inspectora afroamericana que ha conseguido entrar en el cuerpo de inspectores de ascensores. Cuando ocurre un accidente en un edificio emblemático que ella supervisaba se verá envuelta en una trama que enfrenta a empiristas e intuicionistas.

El autor construye un mundo en el que los ascensores son una pieza clave de la sociedad, los inspectores -que garantizan que todo funcione- son tan importantes como la policía, y la guerra entre diferentes facciones y las empresas que los fabrican son asuntos de seguridad nacional. Y me pasó como con aquel Rithmatista, que la idea me parece ridícula y me estorba completamente la trama. Que sí, habla de racismo, de corrupción y de muchas otras cosas pero de verdad ¿ascensores?

Me ha recordado a La ciudad y la ciudad, en que plantea una situación inverosímil y una trama a medio camino entre lo policial y las novelas de conspiraciones. Pero donde Mieville aprueba con nota, aquí se desploma como un ascensor sin freno de seguridad. La clave puede estar en unas palabras de Fulton (teórico de suma importancia en el texto) en el que afirma de algo que es una broma. Y como broma leía muchas de las páginas porque no podía tomarlas en serio.

No escribe mal el autor y después ha ganado dos premios Pulitzer seguidos y ahora es super famoso, pero este libro no lo deja ver.

Decepcionante.


Chuck sostiene que después de pasar rápidamente la etapa de patearse las calles, se acomodará en un empleo de oficina en el Departamento por un tiempo, y luego volverá al Instituto para impartir clases sobre escaleras mecánicas. Chuck es un tipo listo. Dados el sello machista, distintivo de la inspección de ascensores, y su trato privilegiado dentro del Gremio, hace falta una personalidad única para especializarse en escaleras mecánicas, el medio de transporte menos apreciado de todos. La seguridad de las escaleras mecánicas nunca ha recibido el respeto que merece, probablemente debido a que la inspección de las criaturas giratorias es tan monótona que pocos tienen la fortaleza y el estómago para resistir el vértigo de mirar fijamente la rotación del mecanismo durante todo el día. Pero Chuck puede convivir con la oscuridad y la falta de respeto y los ocasionales dolores de cabeza. La especialización implica seguridad en el trabajo, y hay una carencia nacional de profesores de escaleras mecánicas en los institutos, así que Chuck supone que él es un candidato seguro para el puesto de profesor. Y una vez que esté allí, apuntando hacia la posesión permanente del puesto, podrá alejarse de las escaleras mecánicas y dar clases sobre lo que quiera. Probablemente tenga el programa de sus sueños ya diseñado y en el bolsillo en este mismo momento, escrito sobre una servilleta de mala calidad. Un curso general sobre la historia de los ascensores hidráulicos, por ejemplo; a Chuck le encantan los ascensores hidráulicos, desde el modelo monstruoso de Edoux de 1867 con acción directa, hasta los recientes rumores sobre los híbridos que Laboratorios Arbo planea para la línea del próximo otoño. O sobre ascensores hipotéticos; el estudio de los ascensores hipotéticos seguramente volverá a estar de moda, ahora que el furor se ha calmado, t huck ha asegurado a Lila Mae que, si bien él es un empirista empedernido, utilizará los contraataques intuicionistas donde haga falta. Sus alumnos deberán estar familiarizados con todo el saber acerca de los ascensores y no sólo con el canon. Chuck siente que su futuro con el Gremio está asegurado. Por ahora, los chistes sobre su plan le entran por un oído y le salen por el otro.
Sin embargo, ahora mismo no hay sitio para bromas ni tomaduras de pelo. Chuck ha sido más o menos aceptado por el testo del Departamento, luego de un breve período de novatadas imperceptibles (imperceptibles para Tipos Nuevos como ( huck y marginados perennes como Lila Mae, ya que en su mayoría consisten en palabras en clave y extraños gestos con la mano que solo los miembros notan y reconocen), y por otro lado, esta noche están todos apiñados alrededor de la radio, escuchando la conferencia de prensa. La gran noticia. Lila Mae, después de salir a hurtadillas del garaje y caminar hasta el bar de O’Connor tan furtivamente que cualquiera que la viera pensaría que había descubierto sus piernas esa misma mañana, no se sorprende de encontrar a sus colegas escuchando por la radio la descripción de un evento que ocurre a tan solo treinta metros. Podrían haberse unido a los periodistas frente a la Central, pero eso habría sido demasiado directo. El trayecto lo es todo para los inspectores de ascensores -los golpes y las sacudidas, y no la trivialidad de la partida y el destino-, y si las ondas de radio deben recorrer primero el camino desde los micrófonos de los periodistas hasta la antena en la cima del edificio de la WCAM, y demorarse un tiempo allí antes de regresar (casi) al sitio humilde de su origen, tanto mejor. El circuito intrínseco de la inspección apacigua ciertos rincones polvorientos de la mentalidad de Lila Mae y sus colegas, que son precisamente los mismos territorios donde residen los defectos centrales y fundacionales de su personalidad.

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