Ciencia Ficción 9.

marzo 19, 2010

Editorial Bruguera, 2005. 940 páginas.

Ciencia Ficción 9
Contra el sistema

Poco a poco voy completando la colección de estas selecciones de la revista Fantasy and Science-Fiction dirigida y comentada por mi admirado Carlo Frabetti, al que le copio su introducción para no tener que trabajar yo:

En esta antología se reúnen varios relatos que, de una forma u otra, expresan la ruptura individuo-establishment:

La grieta en el escudo, donde el protagonista renuncia a la seguridad fetal de su enclaustrado mundo a cambio de una existencia arriesgada pero más auténtica, es la narración que más se adapta al esquema antes descrito, y por eso la he elegido para encabezar el índice.

En El azul más profundo del mundo la inadaptación es mostrada en todo su dramatismo con patética crudeza, mientras que en Las veladas feministas de la Atlántida se echa una mirada irónica y desenfadada a ciertas formas de emancipación.

En otros relatos no se describe una ruptura, pero se pone en evidencia su necesidad, al mostrar el grado de aberración al que se puede llegar si se acepta un determinado estado de cosas. Es el caso de Gente afortunada y El círculo interior, ambos estremecedores bajo su apariencia respectivamente humorística y surrealista.

Y es también el caso, aunque de forma menos evidente, de Planeta según presupuesto, abierta sátira del dogmatismo imperante, o de El huevo de glak, aparente disparate en el que, sin embargo, es fácil ver reflejada la incongruencia de unas vidas dedicadas a los más fútiles objetivos, básica tara de nuestra sociedad.

De las selecciones publicadas hasta ahora, creo que ésta es, a pesar de sus limitaciones, la que mejor manifiesta las motivaciones y la función sociocultural de la SF.

Aunque no esté muy de acuerdo con la última frase. la lista completa de relatos es la siguiente:

La grieta en el escudo, de Arthur Sellings
El azul más profundo del mundo, de S. Dormán
Las veladas feministas de la Atlántida, de Booth Tarkington
Gente afortunada, de Chet Arthur
El círculo interior, de Fritz Leiber
Planeta según presupuesto, de Robert Sheckley
El huevo de glak, de Harvey Jacobs
La sacerdotisa escarlata de la Luna Loca, de Leigh Brackett

De los que destaco El huevo de glak, prototipo del estilo de estas compilaciones; un poco excéntrico y bien escrito, pero tampoco excesivamente brillante.


Extracto:[-]

Tardé una frígida semana en tomar la decisión de hacer lo que Hikhoff me pedía. En esos días me regalaron una lustrosa miniatura suya, hecha por un estudiante de escultura en su memoria. El pequeño Hikhoff estaba muy bien hecho y se le parecía bastante. Era de cerámica anaranjada y marrón. Tenía el tamaño de un limón. Lo llevaba conmigo como un talismán. Morboso, ya lo sé, pero me ayudó a tomar la decisión.

Por algunas horas, fui dueño de cinco mil dólares. Había una cuenta en un Banco y un vicepresidente que esperaba mi visita. Si existía una cuenta, también existiría un huevo, y era de suponer, un Nagle. Todavía sospechaba de Hikhoff, de su gran sentido del humor.

Pero también contaba la decisión de Harold North.

Hikhoff, visionario, sostenía la zanahoria de oro sobre mi cabeza. Podría usar el dinero para divertirme; yo, que vivía como un ermitaño, que jamás había tenido grandes ambiciones. Cada billete podía ser traducido en tiempo: podría ir a Mallorca, podría escribir hasta que mis dedos se convirtieran en nudillos.

Glak, maldito glak. Muchas criaturas se han extinguido, han ganado el status del olvido, la fama de los museos. Cosas enormes y verdes, con colas del tamaño de edificios. Tipos peludos con kilos de papada y ojos centelleantes. Dragones voladores que gotean ácido. Elefantes con suficientes colmillos para mantener a decenas de dentistas. ¿Por qué no el glak? La extinción es el camino de la naturaleza. ¿Quién sufre por su desaparición? ¿Hay alguien que se desespere por ello? No existe otro camino. Tenía que cumplir el pedido de Hikhoff post mortem. Habíamos disfrutado demasiado juntos. ¿Podría desoír su última voluntad?

Naturalmente, fui a la biblioteca, antes de mi visita al banco, e indagué sobre el glak. No había mucha información. Se trataba de un pájaro alto como una cigüeña, con un graznido ronco que parecía decir glak, glak. Famoso por su danza de seducción, que consiste en un rápido giro de la pluma dorsal, en sentido contrario a las agujas del reloj. Habitaba en la región subártica al este de Norteamérica. La disminución de los glaks fue notada hacia 1850. Se les clasificó como especie extinguida en 1902.
Glak, glak. Hikhoff decía que quizá las vocales hayan permanecido en su lugar y los que nos desplazamos fuimos nosotros. Glak, glak, pío, pío. Pero a mí, ¿qué me importa?

En el banco miré el cinco y los tres ceros, mientras acariciaba mi Hikhoff de cerámica, en el bolsillo izquierdo del abrigo. Cuando noté que el vicepresidente estaba observando mi mano, saqué a Hikhoff y lo puse sobre la mesa.

—Es un Hikhoff —dije.

—¿Un Hikhoff?

—El hombre que me dejó este dinero.

—¿Y lo lleva consigo?

—En ocasiones especiales.

—Es un sentimiento muy bonito. Podría ponerlo de moda.

Puse el dinero en una cuenta corriente.

7 comentarios

  • Dibiase marzo 19, 2010en11:04 am

    Oiga, esas revistas son una pequeña joya. ¿Hay posibilidad de encontrar algo de eso on-line?

  • Palimp marzo 19, 2010en3:12 pm

    En el mercado de San Antonio de Barcelona se suelen encontrar y a precios bajos (2 €) Yo tengo algunas repetidas, si te interesan te las mando.

  • Palimp marzo 19, 2010en3:12 pm

    ¡Ah! Y las tengo también en formato electrónico.

  • Dibiase marzo 21, 2010en2:49 pm

    Pues me pasaré por el Mercat, a ver qué encuentro. De todos modos, si quiere mandarem alguna en formato digital, se lo agradezco!

  • Palimp marzo 22, 2010en11:10 am

    Te envío algunos.

  • Dibiase marzo 22, 2010en1:13 pm

    Muchísimas gracias!

  • Palimp marzo 22, 2010en5:42 pm

    De nada 🙂

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