Chusé Izuel. Todo sigue tranquilo.

junio 6, 2024

Chusé Izuel, Todo sigue tranquilo
Penguin Random House Mondadori, 2021. 140 páginas.

Incluye los siguientes relatos:

En la guarida de los moribundos
Toses y bostezos
Todo sigue tranquilo
Un 24 de julio
Un día normal en la vida de una pareja normal
Desaciertos
Enamorados
Calor
Contándonos cosas
Ojalá llueva
De vacaciones
Pequeñas historias
Atardeceres
Toda una tarde por delante
Neveras y frigoríficos
¿No te das cuenta de que todo esto es una tontería, cariño?
Cuando las cucarachas se plantean tener o no tener hijos
Abrazando recuerdos
La mejor de las soluciones

He llegado a este libro a través de Amarillo, que no me gustó demasiado, donde cuenta que el autor se suicidó sin llegar a ver siquiera su libro publicado. EL mejor homenaje que podemos hacer a los muertos es leerlos, y aquí estamos.

Pensaba, injustamente, que los relatos serían peores, al estilo de aquellas historias del kronen de veinteañeros alcoholizándose y sufriendo por amor. Y sí, eso está, pero también un sentido de la mesura y de las emociones subterráneas como en el mejor Carver. Chusé consigue con pocas páginas pintarnos situaciones que nos dejan un pozo de tristeza como el que debía llevar él a cuestas a todas partes.

En esta edición se añaden tres cuentos más recuperados entre los papeles de su exnovia, y me parece de justicia que sus textos no desaparezcan.

Bueno.

Tocó las latas y le pareció que ya estaban lo suficientemente frescas como para beberlas. Sentía los pies destrozados en el interior de sus zapatos. Al bajar la vista, sorprendió a la salamandra correteando a su lado.
—¡HOSTIA!
—¿Qué pasa? —preguntó ella desde la habitación.
—Nada —contestó él de camino a la habitación.
Se sentó, abrió las dos latas y le ofreció una a Alicia. Ella, sin levantar la vista de los folios, cogió la lata. Ramón bebió un trago y cruzó las piernas, decidido a esperar a que Alicia terminase.
—Ya está —dijo ella, y bebió de la lata.
—¿Ya está? ¿Ya has terminado?
—Sí, ya lo he leído.
—Jamás perderé la capacidad de asombrarme de tu rapidez para leer. ¿Qué te ha parecido? —preguntó él moviendo la lata de un lado a otro.
—Bien, no está mal.
Alicia echó la cabeza hacia atrás e intentó dar con los términos adecuados para la pregunta que hacía tiempo quería hacerle a Ramón. Tiró la colilla contra la pared. Bebió un trago.
—¿Por qué siempre escribes historias de parejas que fracasan o están a punto de fracasar? —Satisfecha, se inclinó hacia adelante en espera de la respuesta.
—Pues no lo sé. Supongo que no me gustan los finales felices.
—Ya.
Ramón apagó la radio y metió una cinta. Sin saber lo que era, le agradó que fueran Lágrimas de Mermelada en directo.
—Potente y cañero —dijo él. Encendió un cigarro.
—¿Qué?
—Los Lágrimas, que son potentes y cañeros. Bueno, eran —matizó.
Alicia se levantó y, al momento, se volvió a sentar. Cogió un cigarro, pero no lo encendió. Miraba las pintadas de la pared que tenía enfrente, y comenzó a agobiarse de estar allí encerrada. Ramón terminó la lata y la tiró a un rincón.
—Lo que has dicho antes acerca de lo del calzoncillo con agujero era una parida, ¿no?
—No —contestó él, y se levantó, se desabrochó los pantalones, se los bajó hasta los muslos y apuntó con un dedo un agujero que había en su calzoncillo—. ¿Lo ves?
A Alicia le sobrevino una risa demencia al ver el agujero. Mientras, Ramón se subió los pantalones. Una vez que Alicia dominó su risa, preguntó:
—¿No me estarás haciendo proposiciones deshonestas con todo esto del agujero del calzoncillo, verdad? —cogió un pañuelo de papel y se secó el sudor del cuello.
—Con este calor no estoy yo para follar precisamente —contestó él con una gravedad que a ella le pareció innecesaria.

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