Bob Howard trabaja en La lavandería un servicio secreto que se encarga de lidiar con entes sobrenaturales que amenazan a nuestro mundo, monstruos surgidos de la peor pesadilla de Lovecraft. Con una mezcla de ciencia y magia intentarán mantenerlos a raya.
Lo leí en formato electrónico y se me pasó por completo reseñarlo. Se quejan en reseñas como esta: El archivo de atrocidades que abusa de las explicaciones científico-técnicas y mi queja no es que haya muchas, sino que no tengan el mínimo sentido. Si apuestas por el hard, adelante, pero con conocimientos. Si es puro postureo, mejor te lo ahorras.
Entretenido pero poco más. Otra reseña: El archivo de atrocidades.
Se deja leer.
—¿Por qué no le ofrecemos trabajo? —pregunto. Harriet aparta la mirada; sobre el papel es mi superior directa, y quiere dejar claro que esta sugerencia no cuenta con su aprobación—. A ver… —Me encojo de hombros e intento formular un argumento convincente—. Ha inferido el teorema de Turing-Lovecraft a partir de principios básicos. Eso no lo hace cualquiera, así que damos por descontado que es inteligente. Creo que sigue siendo un friki de la teoría pura y no se ha planteado las implicaciones de la posibilidad de especificar las relaciones geométricas correctas entre nodos de energía… Es posible que todavía se lo esté tomando todo como una broma. Salvo un par de obras arcanas menores en su estantería, no encontré ninguna referencia a Dee ni a los demás. Todo esto significa que no es un peligro directo y que podemos ofrecerle la oportunidad de aprender y desarrollar sus capacidades e intereses en un campo nuevo y estimulante… siempre que esté dispuesto a hacerlo desde dentro. Llegados a ese punto, quedaría cubierto por la Sección Tres.
La Sección Tres de la Ley de Secretos Oficiales de 1916 es nuestra principal arma en la guerra interminable contra las filtraciones de seguridad. Se aprobó durante una ola de pánico al espionaje en tiempos de guerra (una época de paranoia rampante) y es incluso más extraña de lo que cree la mayoría. Hasta donde sabe el público, la Ley de Secretos Oficiales solo tiene dos secciones, precisamente porque la propia Sección Tres está clasificada como SECRETA conforme a los términos de las secciones que la preceden, y el mero hecho de conocer la existencia de la Sección Tres (sin haber firmado un descargo formal) es delito. En la Sección Tres hay todo tipo de disposiciones escondidas de lo más jugoso, diseñadas para hacernos la vida más fácil a los espías como nosotros: es un dispositivo de ocultación burocrático. Tras el sudario de la Sección Tres puede desaparecer cualquier cosa como si no hubiera ocurrido jamás. Como dicen los estadounidenses, es una «operación negra».
—Si le aplicamos la sección, tenemos que inventarnos un puesto de trabajo y conseguir presupuesto —acusa Harriet.
—Sí, pero estoy seguro de que nos será útil. —Andy hace un gesto desganado con la mano—. Boris, ¿te importaría preguntar en tu sección a ver si a alguien le hace falta un matemático o un criptógrafo o algo? Redactaré una propuesta y se la presentaré a la Junta. Harriet, ¿puedes incluirlo en las actas? Bob, quiero hablar contigo un momento después de la reunión, es lo del control horario. —«Mierda», pienso—. ¿Algo más? ¿No? Pues se levanta la sesión, chicos.
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