Editorial Alborada, 1988. Trad. Jesús Pardo.
Adap. Carlos Álvarez-Novoa. 124 pag.
Las moralejas del desencanto
Encontré este libro en una librería de viejo cuando iba camino de una cena. Estaba en el típico montón que tienen muchas librerías de Barcelona en la puerta con carteles de ‘Todo a xx’. En este caso, el precio por libro era de 50 céntimos, y yo no puedo evitar pararme a echar un vistazo, aunque sea apresurado. En este caso, encontré este libro de Strindberg y otro que postearé pasado mañana (ya que tengo leídos dos libros más y están en fila de espera para ser posteados), y no pude resistir la tentación de comprarlos por un euro.
A Strindberg lo conocía por un volumen de teatro completo que me había leído hace ya unos cuantos años; y aunque no es un autor muy conocido (al menos para mí en ese momento), me impactó su obra. Emparentado con Ibsen, sus personajes se movían en un ambiente desolador y desolado, lleno de cinismo, desconfianza y desesperanza. Siempre que leo un libro de este estilo, me imagino que la visión de la vida del autor no debe ser muy halagüeña, precisamente, y es entonces cuando entiendes, de verdad, la palabra pesimismo (autores como Strindberg he leído pocos, quizá Schopenhauer que es tan, tan pesimista, que casi lo lees con ternura).
Así que claro, encontrar un libro de Strindberg y dirigido, como se ve en el diseño de la colección, al público infantil, no podía dejar de sorprenderme. ¿Strindberg escribiendo cosas para niños? Eso hay que verlo. Hasta una vez comprado no me he percatado de que es una adaptación y ya me ha dejado el gusanillo de leer el original sin retocar. Pero, aún adaptado, no entra dentro de lo que podríamos denominar ‘lectura infantil’, porque el desencanto está ahí, a la vista. De todas maneras, existen muchos libros que son más adecuados para adultos que para niños (v.g. Alicia en el país de las maravillas), y siempre he creído que está bien que los niños y preadolescentes lean de vez en cuando libros ‘no-para-niños’, y espero que ningún educador me tire nada a la cabeza.
La obra de teatro nos cuenta las aventuras de Pedro, el hijo de un campanero, que ha vivido siempre en el campanario porque su padre ha querido protegerlo de los males del mundo. Una noche de navidad, el duende del campanario decide vengarse del viejo por un malentendido con un cuenco de gachas y decide provocar que Pedro salga del campanario a recorrer mundo; para ello le regala su anillo mágico, que permite conceder todos los deseos. El hada Pirulada, que está hablando con el duende, decide hacerle un regalo también; una compañera. Las aventuras de Pedro como poseedor de un castillo, como reformador social y como sultán le decepcionan de los asuntos del mundo y, al final, se da cuenta de que elmejor regalo que podría tener es una compañera a su lado que lo quiera y apoye.
Y aunque estoy de acuerdo con la moraleja final, no puedo compartir las otras moralejas ocultas. Por algún extraño defecto genético soy un optimista, y por eso encajo más con el espíritu de cuentos como los de Rodari que con los de Strindberg. De todos modos, es un libro muy interesante y supongo que en la edición sin retoques todavía más. Lo recomiendo.
(Un día, un libro 31/365)
2 comentarios
Has escrito el post con la ternura que, me parece, has extraído del libro. Eres un cuentista muy bueno y eso, es digno de alabanza.
Que pases un buen fin de semana.
Gracias, Vailima.