Incluye los siguientes relatos:
Hambre
Amarillo
El vigilant
Sibèria
Todo arde
La Tigra
Youkali
Quema
Que, aunque son historias independientes, se mueven dentro de las mismas coordenadas, un mundo postapocalíptico donde la gente sobrevive como puede, el alimento escasea, y se vive en una especie de todos contra todos.
Confirmo que la autora es de excepción, que dibuja ambientes asfixiantes con gran maestría, y que se mueve dentro del terror fronterizo con lo extraño con gran soltura. El primer cuento, Hambre es de los que te dejan mal cuerpo. Certero y brutal.
El resto están a la altura, y como algunos personajes se referencian de un cuento a otro, se realza la sensación de unidad del libro. Me ha encantado.
Muy bueno.
Pero ahora la tristeza empieza a disiparse.Ya no quiere morirse. Quiere ver las estrellas rodar por encima de su cabeza una vez más. Muchas veces más. Como en su pueblo, allá en el sur, donde todas las noches caía una lluvia de estrellas fugaces tan fastuosa que el cielo se aclaraba y podían reconocerse los perfiles de las nubes.
Sin importar lo que suceda de ahí en adelante. Rita sabe que va a dejar todo esto atrás. El hombre, la muerte y el hambre.
Una mañana Rita encuentra una cucaracha viva.
Antes se creía que, en caso de una catástrofe, las cucarachas serían las últimas especies en desaparecer del planeta. Ahora se sabe que una cucaracha necesita de las mismas condiciones ambientales que cualquier otra especie para sobrevivir. Que su supervivencia se sustenta sobre un equilibrio exigente y misterioso. La cucaracha es delicada. De modo que una cucaracha viva, en esas circunstancias, después de tantos meses, es algo tan insólito que Rita se la queda mirando un largo rato, con curiosidad, antes de correr hasta el fregadero y ponerse a vomitar.
Cuando vuelve la cabeza buscando algo con que limpiarse la boca, se encuentra con el hombre de pie a sus espaldas, mirando por encima de su hombro el vómito espeso. Rita se cubre la nariz con el dorso de su mano. El olor de su propio vómito mezclado con el hedor que desprende el cuerpo del hombre le resulta insoportable. El hombre huele como si le hubieran dado la vuelta. Lo rojo en la parte de afuera, la piel en la parte de adentro, las visceras colgando como ubres.
—Puta —le dice—. ¿De dónde sacas la comida, puta?
Rita se defiende. Le dice que de ningún lado.
—¿Tienes a alguien ahí afuera? —vuelve a preguntar él arrojándole su aliento—.Dime cómo lo haces, puta traidora. ¿Te crees que no me he dado cuenta? Estás más gorda.Te ha crecido la barriga.
—No es mi culpa.
El empieza a sollozar.
—Me vas a dejar solo
—No puedo hacer nada —dice Rita.
El hambre sigue. Pero Rita ha aprendido a comer del hambre.

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