Páginas de espuma, 2011. 142 páginas.
Incluye los siguientes relatos:
Hacerse el muerto
El fusilado
Hacerse el muerto
Estar descalzo
Un suicida risueño
Después de Elena
Una silla para alguien
Madre atrás
Ambigüedad de las paradojas.
Madre música
Una carrera
Una silla para alguien
Sinopsis del hogar
Una rama más alta
Anabela y el peñón
Rotación de la luz
Sinopsis del hogar
Juan, José
Bésame, Platón
Las cosas que no hacemos
Bésame, Platón
Vidas instantáneas
Conversación en los urinarios
El infierno de Sor Juana
Monólogos y monstruos
Monólogo de la mirona
Monólogo del aduanero
Monólogo del inmobiliario
Monólogo del monstruo
Monólogo de Napoleón
Breve alegato contra el naturalismo
Teoría de las cuerdas
Policial cubista
Fahrenheit.com
Breve alegato contra el naturalismo postal. Principio y fin del léxico
Apéndice para curiosos
Tercer dodecálogo de un cuentista
Dodecálogo cuarto: el cuento posmoderno
Flojo, flojillo. Iba predispuesto a que me gustara y no me ha gustado. No porque no haya cuentos buenos (dejo dos como ejemplo) . Algunos son muy divertidos, como Conversación en los urinarios y otros bastante decentes (los monólogos). Pero el conjunto, de aluvión, de calidad muy desigual y mucho relleno.
Merece la pena leerlo por los cuentos que se salvan, pero de Neumann uno espera un poco más de calidad.
Ambigüedad de las paradojas
Enterramos a mi madre un sábado al mediodía. Hacía un sol espléndido.
Bésame, Platón
A mi mujer le hablan de Platón y se pone toda aristotélica. No sé por qué. En cuanto escucha una palabra sobre la reminiscencia, el mundo inteligible o la teoría de las formas, ella se ruboriza, se le nublan los ojos, deja escapar un gemido y se pone a imaginar espaldas anchas y nalgas musculosas. Yo intento, como es lógico, detenerla. Pero es inútil. Una furia empirista la posee por completo. Y lo único que le interesa es el paso de la potencia al acto.
Aunque pensar nunca sea intrascendente, me desconcierta semejante énfasis en la física, cuando lo que verdaderamente importa es la metafísica. Todas las noches es lo mismo. No falla. Yo digo, por ejemplo, «caverna». O «sol». O «riendas». Y ella, enseguida, loca. Desparramada en la cama. Enunciando ansiosamente postulados y aporías.
Yo, a mi edad, soy poco impresionable. Cosas peores he visto. Tampoco niego que el comportamiento de mi mujer tenga ciertas ventajas. Antes, en palabras un poco más modernas, a los dos nos costaba estar yectos. Desde que descubrí lo de Platón, mano de santo. Lo que pasa es que sus caballos se le desbocan a todas horas, en cualquier parte, esté como esté mi carruaje. Sospecho que mi mujer confunde el banquete con el apetito.
Mis amigos se ríen de nuestro problema, incluso nos felicitan. Yo, por método, dudo un poco de todo esto. Siempre he sido algo kantiano, y todavía pienso que hay cosas que no deberían hacerse.
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