El País, clásicos del siglo XX, 2002.
Tit. Or. L’espoir, 1937. Trad. José Bianco. 521 páginas.
Elogio de la fraternidad
Va a ser difícil comentar este libro sin dejarme en el tintero pensamientos y sentimientos y sin extenderme demasiado. Que no se diga que no lo hemos intentado.
André Malraux fue novelista, arqueólogo, teórico del arte, activista político y funcionario público francés. Sus opiniones políticas lo llevaron a luchar en la guerra civil española en el bando republicano, y sus experiencias como piloto de un escuadrón de aviación sirvieron de base para ‘La esperanza’.
En cincuenta y ocho episodios Malraux hace un recorrido por toda la geografía española en plena guerra civil. Se narran las escaramuzas de Barcelona, el sitio del Alcázar de Toledo, la defensa de Madrid, la batalla de Guadarrama, y, por supuesto, las batallas aéreas. Un libro donde los protagonistas no son ni la guerra ni los episodios heróicos. Los protagonistas son las personas que lucharon por motivos en ocasiones muy diferentes, pero todos con un mismo afán de justicia.
El libro está escrito con un estilo directo y eficaz. Pese a la etiqueta -con la que estoy de acuerdo- de ‘poema épico en prosa’, nunca cae en panegíricos facilones (como si lo hace, por ejemplo, Tierra y Libertad, la película de Ken Loach), y demuestra una preocupación por las diferentes ideologías que sustentan toda revolución social. A través de los diálogos ente personajes como Negus, un obrero anarquista, Manuel un comunista ‘de partido’, el comandante francés Magnín, y muchos otros Malraux expone muchas de sus reflexiones acerca de la justicia, la humillación y, sobre todo, la fraternidad.
Pese al optimista título, el bando republicano perdió la guerra. Y, como bien dice en el libro, el fracaso fue de la democracia. Porque aunque los combatientes, por el lado republicano, eran mayoritariamente socialistas, comunistas y anarquistas, no hay que olvidar que el levantamiento fascista fue contra un gobierno democrático elegido por el pueblo. Y las democracias europeas dejaron abandonado al gobierno español. Años más tarde, con la segunda guerra mundial, toda europa tuvo que luchar contra el fascismo. Pero esa guerra se ganó, mientras que en España sufrimos cuarenta años de dictadura.
¿Dónde queda pues, la esperanza del título? La esperanza que, todavía hoy, nos transmiten todos aquellos que lucharon por intentar que el mundo, su mundo, fuera un poco mejor. La esperanza de que un día sus hijos no tuvieran que pasar hambre. Creo que esa esperanza todavía debería alimentarnos a todos. La guerra civil española siempre ha sido una guerra ‘romántica’, como es romántica la belleza del fracaso. Pero un escritor como Malraux no se limitó a escribir un bonito libro y a exaltar la fraternidad. Luchó codo con codo con quienes consideró sus hermanos. No olvidemos su ejemplo. No olvidemos la esperanza.
(Un día, un libro 112/365)
Escuchando: ‘Lagrime d’amante al sepolcro dell’amata. Ditelo’. Monteverdi
Un comentario
Pues siento disentir lo del «ejemplo».
Para cualquiera que sepa algo de historia de la aviación, el libro es una sarta de mentiras. Las descripciones de los aviones están equivocadas, y sus disquisiciones acerca de las ametralladoras es una sarta de estupideces. Queda muy claro que el cabrón no se subió a un avción ni borracho.
Y por si fuera poco hay un testimonio que lo corrobora. En sus memorias (CAMBIO DE RUMBO) el general Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación republicana, cuenta que Malraux era un caradura y un mercenario. Que los «héroes» de la escuadrilla España cobraban 15000 pesetas de la época por derribo. Eso de que iban por romanticismo es una mentira. Eran mercenarios. Hidalgo de Cisneros cuenta que cuando se libró de ellos se quedó muy a gusto. En cambio, elogia a los pilotos rusos.