Alia Trabucco Zerán. Limpia.

septiembre 5, 2024

Alia Trtabucco Zerán, Limpia
Penguin Random House, 2023. 226 páginas.

Desde el comienzo sabemos que ha habido la muerte de una niña y el largo monólogo de la empleada del hogar, supuestamente para explicar las causas, nos habla más de como fue su día a día en una casa en la que el rencor se le va acumulando por dentro, atascado en sus entrañas.

Ignoro cómo llegué a este libro que no encaja mucho en mis coordenadas. A pesar de los elogios de Lina Meruane y Federico Falco, escritores a los que admiro, me ha parecido una novela correcta, con su punto de rencor de clase -siempre a favor- pero que no me ha entusiasmado demasiado.

Como virtudes decir que está bien escrito, que la trama te atrapa, por el gancho de la muerte que está en el horizonte, y por ese punto de vista de la empleada que, como tantas, tiene que tragar sapos y culebras mientras ejerce su profesión.

Se deja leer.


Ella, primero, no supo qué decir. Después le contó que cursaba su último año de universidad. Que necesitaba pagar la deuda de los cinco años de carrera. Él la escuchó y le pidió que le contara algo que hubiera aprendido ese día. Es lo que le exigía cada noche a su hija linda, a su Julia que esa mañana seguía viva, dormida y viva sobre su cama.
La mujer se quedó callada.
Por favor, le rogó él.
Ella se puso de pie, se acomodó la falda, agarró su chaqueta y su cartera.
Lo que define a una tragedia, dijo la mujer, es que siempre sabemos el final. Desde el principio sabemos que Edipo ha matado a su padre, ha tenido sexo con su madre y que va a quedar ciego. Sin embargo, quién sabe por qué, seguimos leyendo. Seguimos viviendo como si no supiéramos cuál va a ser el final.
Sentí que se me agrietaba la garganta. El señor se agarraba la cabeza para que no rodara a sus pies.
Me pidió que le trajera más whisky, la botella estaba casi vacía. Saqué una nueva de la despensa, la acerqué a su vaso y vi cómo de la botella caía ese líquido dorado. Nunca ha tardado tanto en llenarse un vaso. Nunca el tiempo se estancó como esa mañana.
Y cuál es el final, eso le preguntó el señor a la mujer del hotel.
Ustedes, por supuesto, ya conocen el final. Hablo de ustedes, claro que sí, al otro lado del cristal, sentados como si fuera posible estar quietos frente a una historia como esta. No finjan que no me ven. No se hagan los desentendidos. Ustedes ya conocen el final, pero él lo ignoraba todavía.
Te robo la plata y me voy, responde ella.

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