Ultramar, 1990. 176 páginas.
Tit. Or. Who?. Trad. Rafael Marín Trechera.
Esta colección era muy buena y, por suerte para los agarrados como yo, salió de saldo hace unos años. Aproveché para hacerme con un buen número de ejemplares y a excepción de algún que otro libro infumable le saqué buen partido. Muchos los he leído dos o tres veces. Aprovechando que estoy recorriendo la geografía europea releo ¿Quién?, un clásico de la ciencia ficción en una época de guerra fría.
Lucas Martino es el científico a cargo del proyecto secreto K-88, un dispositivo que puede ser clave en la lucha de poder entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Pero ha ocurrido un accidente en su laboratorio, y los rusos han llegado primero. Cuando devuelven al científico, descubren que para salvarlo de sus heridas es casi totalmente biónico, con una cabeza metálica. ¿Se trata del verdadero Lucas Martino, o han aprovechado para colarles un espía?
Lo primero que llama la atención de este libro es lo que ha envejecido. Hoy en día no habría ningún problema en averiguar la identidad por medio del ADN. Es curioso que el autor imaginara una tecnología capaz de reconstruir a un ser humano tras un accidente tan terrible, pero no imaginara que podría hacerse una secuenciación de ADN. También -afortunadamente- la guerra fría nos parece algo muy lejano.
Pero eso no le quita interés al libro. Al contrario. Refleja como nadie el ambiente de paranoia que se vivía en esa época, y aunque esté escrito en clave de ciencia ficción, transmite una imagen muy realista. Por otro lado, el tema del libro es qué define la identidad humana, y en ese aspecto no podrá envejecer nunca. La incógnita sobre quién es realmente el protagonista se mantiene hasta el final, como en el mejor de los thrillers, pero con una importante carga filosófica detrás.
Un libro que podría gustar incluso a los que no son amantes de la ciencia ficción.
Reto 2008: Lituania.
Escuchando: Barrio negro. Tomatito.
Extracto:[-]
Es más, todo lo que veía representaba un hecho para él. No hacía ningún juicio, así que nada era trivial. Todo lo que había visto u oído era colocado en algún lugar de su cerebro. Su memoria no era fotográfica (no estaba interesado en obtener una imagen estática de su pasado), sino completamente inclusiva. La gente decía que su mente era un amasijo de extraños conocimientos. Y él siempre estaba intentando hacer encajar aquellas cosas, para ver a qué mecanismo conducían.
En las clases, era callado y sólo respondía cuando se le preguntaba. Tema la costumbre de depender de sí mismo para hacer encajar todos sus hechos, y la idea de consultar a alguien (incluso a Starke) haciendo una pregunta impulsiva le era extraña. Estaba habituado a un orden natural de las cosas donde se suministraban pocas respuestas. Pedirle a Starke que le ayudara le habría parecido injusto.
En consecuencia, sus notas mostraban impredecibles altibajos. Como todas las clases de ciencia de instituto, lo único que la clase de física de Starke tenía que enseñar era la parte principal de la amplia base teórica. Se esperaba que los estudiantes aprendieran de memoria las diferentes leyes y fórmulas más simples, como si fueran ladrillos arrancados de una estructura neblinosa y posiblemente útil. No se esperaba aún (y tal vez no se esperaría nunca) que construyeran con ellas nada propio. Lucas Martino no lo advertía. Se habría sentido incómodo con aquel pensamiento. Tenía la idea de que Starke le estaba lanzando pistas, y que se suponía que era capaz de rellenar el resto por sí mismo.
Así, había ocasiones en las que veía la inevitable dirección de un tema antes de que dijeran sus primeras frases, y saltaba a la conclusión de un experimento antes de que Starke hubiera terminado de instalar el aparato. Una cosa tras otra encajaba para él, cobrando estructura de su almacén de semiideas, atisbos y datos sin relacionar. Cuando esto sucedía, experimentaba lo que cualquier otra persona habría llamado un destello de genialidad.
Pero había otras ocasiones en las que las cosas sólo parecían encajar y realmente no lo hacían, y entonces recorría un callejón sin salida persiguiendo un error de concepción, cometiendo un fallo ridículo que nadie más habría cometido.
Cuando esto sucedía, recorría dolorosamente el camino de vuelta por la falsa cadena de hechos, cogiendo cada uno por turno y examinándolo para ver por qué se había dejado engañar, hasta que por fin regresaba al sendero correcto. Pero, tras haber construido una estructura, le resultaba imposible descartarla por completo. Así, otra parte de su mente era un almacén de ideas interesantes que no habían funcionado, pero seguían siendo interesantes…, teorías que eran descabelladas, pero que habían parecido sostenerse. Hasta cierto punto.^estas herejías fantasmas servían para dar color a su pensamiento. Nunca sería un tejedor de teorías ortodoxas.
Mientras tanto, seguía recopilando hechos.
Starke era un profesor veterano. Había visto a muchos alumnos destacados cuyas miras sólo estaban puestas en el discurso de despedida de la noche de graduación. Había dejado de sentir resentimiento hacia ellos, y mucho antes de eso había dejado atrás el punto de malgastar palabras con ellos. Había descubierto hacía mucho que sus intereses no coincidían con los suyos.
Lucas Martino le atraía, y se sentía obligado a establecer alguna especie de unión con el muchacho. Tardó varias semanas en encontrar la oportunidad, e incluso entonces tuvo que forzarla. Era torpe, porque ser sociable no era su fuerte. Era un hombre parco, y no veía ninguna relación para establecer relaciones sociales con nadie a quien no respetara, y respetaba a pocas personas.
4 comentarios
A veces la ciencia ficción envejece mal. Pero de todos modos, habrá que leer este libro.
En este caso ha envejecido el aspecto tecnológico, pero no la historia.
el adn y eso que?? si pueden sustituir ojos oidos pulmones por partes mecanicas bien podrian sustituirlo y aunque el androide llevara su adn no necesariamente seria el..por ejemplo las huellas dactilares las tenian pero no daban prueba de nada se trata en los primeros capitulos..bah creo yo no?
Si hay partes no sustituidas -como el cerebro, por ejemplo- el ADN no se puede sustituir: está en el corazón de las células.