Alberto Romero Ferrer. Antología del Género Chico.

mayo 23, 2016

Alberto Romero Ferrer, Antología del Género Chico
Cátedra, 2005. 454 páginas.

En contra del uso general, la Zarzuela no es el género chico. Éste se caracteriza por tener una extensión limitada, habitualmente en un acto, orientada al ‘teatro por horas’. Podían ser obras musicales o sainetes. En este libro se recogen los libretos de algunas obras famosas con los habituales pies de página de la colección (orientada a un público estudiantil) que en este caso aclara más de una expresión de argot. De las obras escogidas aunque musicalmente prefiera ‘La revoltosa’ y ‘La verbena de la paloma’, en el caso del texto, que es el que nos ocupa, mis preferencias van para ‘Agua, azucarillos y aguardiente’, que tiene un inicio cómico espectacular. Al soneto me remito:

Al botijo

Desprecio del Japón o de la China
el grandioso Tibor de porcelana,
el vaso etrusco, el ánfora romana,
y la tinaja griega o damasquina.
Te canto a ti, que el agua cristalina
sabes frigorizar sin pompa vana,
expuesto en el balcón o la ventana
a los besos del aura vespertina.
Cuando mi boca en ti, bello cacharro,
busca ardorosa el abundante chorro
y con mis manos cálidas te agarro.
Siempre encuentro propicio a mi socorro
el caudal que refrescas en tu barro
y que brota sutil por tu pitorro.

La obra no zarzuelística incluída me ha resultado curiosa pero no especialmente destacable (al igual que la introducción crítica, dicho sea de paso). Los numerosos pies de página aclaradores del vocabulario son especialmente útiles para entender un argot que ya no se usa.

Libreto entero Agua, azucarillos y aguardiente

ASIA
¡Oh, tímido jilguero
entre doradas rejas encerrado,
si no puedes ligero
surcar el aire en v cielo apresurado,
en cambio, nunca, ¡oh, triste prisionero!
te falta mi solícito cuidado!
Yo lleno de agua fresca y transparente
el bebedero en que tu pico mojas;
yo satisfago tu apetito ardiente
con la lechuga de rizadas hojas,
y te doy a millones,
para que te los comas cuando quieras,
tostados cañamones
que parecen minúsculas esferas.
Ven al balcón, la atmósfera se enciendo
en luz abrasadora;
mas del dorado Febo te defiende
la ondulante cortina bienhechora
Parece que escuchándome sonríes:
canta, volátil, canta;
suene ya entre los nardos y alelíes
el alegre trinar de tu garganta.

(Cuelga la jaula al balcón)

Dicha y doña Simona, que ha salido momentos antes, y se acerca a Asia.

SIMONA
¿Estabas inspirada, hija mía?

ASIA
Sí; pero ya pasó.

SIMONA
Entonces, ven acá y oye. He tenido carta de tu tío Antón.

ASIA
¿Y qué dice?

SIMONA
Lo de siempre. Insiste en que te cases con tu primo Aniceto.

ASIA
¡Jamás! ¡De Serafín o de la tumba!

SIMONA
Pero, vamos a ver, Atanasia…

ASIA
¡Por Dios, no me llames así!

SIMONA
Dispensa, mujer, que algunas veces se me olvida…

ASIA
Ese nombre ha sido causa de mi desventura, ya lo sabes. La poesía más inspirada pierde su encanto con esa firma al pie; Atanasia López. Ni en el seno de la familia quiero que me suene un nombre tan vulgar, no. Me Hamo Asia, nada más que Asia.

SIMONA
Bueno, te llamaré Asia, o América u Oceanía; pero oye esta carta, en que nos dicen verdades como puños.

ASIA
Lee.

SIMONA
«Valdepatata, 9 de Agosto. Querida Simona: Por don Sebastián, el boticario, que ha llegado de ahí hace dos días, he tenido noticias vuestras. Se que estáis entrampadas…»

ASIA
¡Ordinario!

SIMONA
«Y te escribo por última vez para aconsejarte que volváis al pueblo…»

ASIA
¡Jamás!

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