Varios. Nueva Dimension 66.

enero 30, 2024

Varios, Nueva Dimension 66
Dronte, 1975. 128 páginas.

Nueva dimensión 66

Número dedicado a cuentos de la saga de los Asesinos (Berserkers en el original), unas máquinas de una civilización alienígena que parece haber desaparecido y cuyo único propósito es acabar con todo tipo de vida. Disponen de inteligencia y de unas armas poderosas.

Las historias de este número tienen puntos en común (algunas se pueden ver como continuación de otras) y son de las primeras de la saga, yo había leído otras más modernas (y en mi opinión, mejores) que las que están aquí que se centran mucho en la batalla.

La idea de que existan unos asesinos inmisericordes poblando el universo dedicados a exterminar la vida es muy poderosa y da mucho juego, que el autor supo aprovechar,

Bueno.

Después de unas horas de trabajo, Herron se descubrió hambriento y dispuesto a detenerse para comer. Repasando lo que acababa de crear, con facilidad pudo imaginarse a uno de los críticos aduladores alabándolo: ¡una tela enorme, de líneas brutales y discordantes! ¡Tragada por una sensación de amenaza absoluta! Y por una vez, pensó Herron, puede que el crítico alabase algo que realmente valía la pena.
Apartándose de la visión del caballete y la mampara desnuda, Herron descubrió que su captor se había desplazado en silencio para situarse a su espalda a un brazo de distancia, como un crítico humano.
Tuvo que reír.
—¿Debo suponer que tienes alguna sugerencia idiota?
La máquina con forma vagamente humana no dijo nada, aunque tenía lo que podría ser un altavoz montado en lo que podría ser un rostro. Herron se encogió de hombros y la esquivó, dirigiéndose a la cocina. La nave apenas se encontraba a unas horas de la Tierra con el impulsor C-más activado cuando la máquina berserker la había capturado; y Piers Herron, el único pasajero, todavía no había tenido tiempo de aprender su distribución.
Era algo más que una cocina, como descubrió al llegar; era un lugar en el que las artísticas damas coloniales podían reunirse y charlar tomando té cuando se cansaban de mirar cuadros. La Frans Hals se había diseñado como museo móvil; luego la guerra de la vida contra las máquinas berserker había ganado en intensidad alrededor del Sol, y la BuCultura había decidido equivocadamente que los tesoros artísticos de la Tierra se hallarían más seguros si los enviaban a Tau Epsilon. La Frans era perfecta para ese cometido, y para casi nada más.
Mirando desde la entrada de la cocina, Herron podía ver que habían derribado las puertas del compartimento de la tripulación, pero no fue a mirar. No es que le alterase mirar, se dijo; el horror le era indiferente como casi todo el resto de las emociones humanas. Allí estaban los dos miembros de la tripulación de la Frans, o lo que quedaba de ellos después de haber intentado luchar contra las máquinas de abordaje berserker. Sin duda habían preferido la muerte a caer prisioneros.
Herron no prefería nada. Probablemente ahora fuese el único ser vivo —excepto algunas bacterias— en medio año luz a la redonda; y le agradaba descubrir que la situación no le aterrorizaba; que su ya antiguo cansancio vital no era una pose para engañarse a sí mismo.
El captor de metal le siguió a la cocina, observándole mientras él operaba los dispositivos culinarios.
—¿Nada que proponer? —preguntó Herron—. Quizá seas más listo de lo que pensaba.
—Soy lo que los hombres denominan un berserker —le soltó de pronto la máquina de forma humanoide, con voz algo ineficaz—. He capturado tu nave y te hablaré por medio de la pequeña máquina que ves. ¿Comprendes lo que digo?
—Comprendo tan bien como me es preciso. —Herron todavía no había visto al berserker en sí, pero sabía que probablemente se desplazaba a unas pocas millas de distancia, o unos cientos o miles de millas, de la nave que había capturado. El capitán Hanus había intentado desesperadamente escapar, hundiendo la Frans en una nebulosa oscura donde ninguna nave o máquina podía moverse más rápido que la luz, y donde el casco más pequeño poseía la ventaja de la velocidad.

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