Terry Pratchett. ¡Zas!

noviembre 5, 2011

Plaza y Janés, 2011. 384 páginas.
Tit. Or. Thud!. Trad. Gabriel Dols Gallardo.
Terry Pratchett, ¡Zas!
Estrategia

Me presta mi amigo Mezkal el último de mi admirado Pratchett y por una vez me doy prisa con la reseña. Los fans británicos la eligieron como la mejor de la serie, y algo de eso hay.

Los enanos y los trolls están a la greña desde tiempos inmemoriales. Una batalla en un valle perdido que se recuerda de diferente manera por unos y otros y que se rememora anualmente mantiene vivo el odio. Pero la presencia de enanos radicales y el asesinato de uno con unas pistas que apuntan claramente -demasiado- a un troll están a punto de provocar la bronca… otra vez.

Ver a Sam Vimes ejercer de padre me ha emocionado. Hay una página del libro que podría firmar:

Llegaría a casa a tiempo. ¿Hubiera importado un minuto? No, probablemente no, aunque el joven Sam parecía tener un reloj interno muy preciso. Posiblemente hasta dos minutos hubiesen colado. Tres, incluso. Podía estirarse a cinco, quizá, pero hasta ahí. Si uno podía retrasarse cinco minutos después llegaría a diez, luego a media hora, un par de horas… y no vería a su hijo en toda la tarde. De modo que no había más que hablar. Seis en punto, sin demora. Todos los días. Leer al joven Sam. Sin excusas. Se lo había prometido a sí mismo. Sin excusas. Ni una sola. Una buena excusa abría la puerta a las malas.

Tenía pesadillas sobre llegar tarde.

Tenía muchas pesadillas sobre el joven Sam. Las protagonizaban cunas vacías, y la oscuridad.

Todo había ido demasiado… bien. En el transcurso de unos pocos años él, Sam Vimes, había ascendido en el mundo como un globo. Era duque, dirigía la Guardia, era poderoso, estaba casado con una mujer cuya compasión, amor y comprensión sabía que un hombre como él no merecía, y era más rico que Creosoto. La fortuna había hecho llover su maná, y él había sido el hombre del cuenco grande. Y todo había pasado tan, tan rápido.

Entonces había llegado el joven Sam. Al principio había estado bien. El bebé era, en fin, un bebé: bamboleos de cabeza, eructos y ojos desenfocados, dominio exclusivo de su madre. Y después, una tarde, su hijo se había vuelto, había mirado directamente a Vimes con unos ojos que para su padre eclipsaron todos los fanales del mundo, y el miedo había entrado en tromba en la vida de Sam Vimes. Toda esa buena suerte, toda esa alegría desbocada. .. estaba mal. Sin duda el universo no iba a permitir semejante cantidad de dicha en un solo hombre, no sin pasar factura. En alguna parte se estaba formando una gran ola oscura, y cuando rompiera sobre su cabeza se lo llevaría todo por delante. Había días en los que estaba seguro de oír su lejano rugido…

Cuantas veces, con mi luminosa y recién estrenada felicidad, me he sentido como si fuera demasiado para una sola persona.

La crítica del arte contemporáneo no tiene desperdicio:

—¡Epa, esso debe de ser una pista, sargento! —exclamó Nobby, que había retomado su actividad habitual de deambular toqueteando cosas para ver si eran valiosas—. ¡Mire, alguien ha tirado aquí cantidad de basura apestosa!

Su vagar lo había llevado junto a un pedestal sobre el que, en efecto, parecía elevarse un montón de trapos.

—¡No toque esso, por favor! —dijo sir Reynold mientras se le acercaba a toda prisa—. ¡Esto es No me hables de los lunesl ¡Se trata de la obraaa más polémicaaa de Daniellarina Mohína! ¿No ha movido nada, verdad? —añadió con nerviosismo—. ¡Su valor es literalmente incalculableah, y la artissta tiene muy malas pulgas!

—Solo es un montón de basura vieja —protestó Nobby, mientras retrocedía.

—El arte ess más grande que la sumaaa de sus meros componentes mecánicos, caboah —dijo el conservador—. Sin duda ussted no diría que las Tres mujeres gruesas rosadas y un trozoah de gasa de Caravati es solo, ejem, «un montón de pigmento vie-joah»?

—¿Y qué pasa con este? —replicó Nobby señalando el pedestal adyacente—. ¡Solo es un palo gordo con un clavo! ¿También es arte?

—¿Libertad? Si alguna vez saliera al mercadoah, probable-menteah no bajaría de los treinta mil dólaress —dijo sir Reynold.

—¿Por un cacho de madera con un clavo atravesado? —preguntó Fred Colon—. ¿Quién lo hizo?

—Después de vissitar No me hables de los lunes, lord Vetina-ri tuvo la gentilezaaa de hacer que clavasen a la sseñora Mohína a la esstaca por la oreja —explicó sir Reynold—. Sin embargooo, consiguió liberarse a base de tirones esa missma tarde.

—¡Estaría cabreada! —dijo Nobby.

—No después de ganar varioss premios por ella.

Pero dejando de lado los méritos del libro -que los tiene y muchos, y estoy de acuerdo con los británicos, si no es la mejor es de las mejores novelas de Pratchett- lo que más me ha sorprendido es la traducción. Es la primera vez que creo que la traducción está a la altura del original, y eso que han pasado por aquí buenos traductores. No sólo es que se intenten mantener los acentos de los diversos personajes, que ya iba siendo hora. Es que se mantienen juegos de palabras con acierto y originalidad. Desde el aparato agenda electrónico, llamado Gamberry hasta cuando Vimes piensa en aparecer con la cara lavada y recién peinada. Firmaría por una revisión de las novelas anteriores con la misma calidad.

Calificación: Muy bueno.

Un día, un libro (66/365)

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