Planeta Argentina, 2004. 254 páginas. Una mujer ve por la televisión un atentado fallido en el barrio imaginario de el Dock, y una de las asaltantes resulta ser una antigua compañera. Este hecho trastocará su vida cuando el hijo de esa compañera vaya a vivir con ella. Insufrible. Se pasa el libro dando vueltas a anécdotas insignificantes sin llegar a ningún lado. El comportamiento de los protagonistas no tiene ni pies ni cabeza, y el propio libro no sabe muy bien a dónde ir. El lenguaje no salva este despropósito. Me ha recordado a aquella uruguaya que se mueve por las mismas coordenadas, muchas vueltas para no ir a ningún sitio. Me quedo con esta frase de la contraportada: en esta novela de diálogos que van a la deriva, como fragmentos de un monólogo interior, la digresión finalmente resulta un atajo y el melodrama no excluye su propia farsa. Pues así más o menos es el libro. No me ha gustado. Sencillamente nadie lo reclamaba. Algunos días después de haber llegado a casa, le pareció una buena idea dejar una cinta con mi voz en el aparato de Poli. Si yo salía, podía estar tranquila de que él no iba…