Los libros de la frontera, 1980. 242 páginas. Triángulo tribádico Ya hemos comentado aquà otro libro del autor: Escuela de mandarines y hacÃamos hincapié en el singular lenguaje que utilizaba. Igual alarde de abundancia lingüÃstica encontramos aquÃ. El argumento es sencillo. Daniel y Damiana son pareja. Pero Damiana empieza a salir mucho con LucÃa, de la que sabe que es lesbiana. Sus sospechas resultan ser ciertas; Damiana es amante de LucÃa. De la historia y algunos detalles nos enteraremos a través de las cartas que Juana escribe a Daniel. Al Sr. Molina de Solodelibros no le gustó demasiado, y esta vez tengo que discrepar. Porque si en Escuela de mandarines el esfuerzo de decodificación sólo daba sus frutos tras leer buena parte del libro, en La trÃbada falsaria rinde beneficios desde el primer momento. La sencillez de la trama -cerrada desde el principio- sirve de sólido armazón al despliegue verbal del autor. Los sinónimos rebuscados, los adjetivos originales, la prosa juguetona lo hacen atractivo desde el comienzo. Mejor, en mi opinión, que la Escuela; más fresco y conseguido. Muy recomendable. Escuchando: Tango Del Pecado. Calle 13. Extracto:[-] En este punto del caso, las patrañas de Damiana resultaban tan faltas de…
Los libros de la frontera, 1974, 1983, 1987. 718 páginas. El que manda es mandarÃn Me recomendaron mucho a Miguel Espinosa. No tardé en encontrar de saldo dos libros suyos que me han acompañado durante casi veinte años sin leer en innumerables traslados. ¿Por qué? Por la maldita ecuación autor bueno de calidad=tostón que inconscientemente se instaló en mi cabeza. Una maldición de la que me he librado por partida doble gracias al esclavo lector. Es muy difÃcil resumir y reseñar este libro. Mejor que yo pueden leerlo en La tormenta en un vaso, pero aportaré mi granito de arena. Veamos como empieza: Hace milenios de milenios existÃa un famoso Estado, llamado Feliz Gobernación, aunque, en verdad, la dicha sólo pertenecÃa allà a unos pocos, como descubrirá quien prosiga leyendo. Seis castas formaban el suceso: unos mandarines; unos legos, auxiliares de aquéllos; unos becarios, aspirantes al mandarinazgo; unos alcaldes, lacayos rurales del Poder; unos hombres de estaca, también apodados soldados, y un Pueblo. Por encima de las castas reinaban un Gran Padre MandarÃn y un Conciliador, generalmente Dictador. En ese tiempo un Gran Padre sintió bascadas de hartazón, por lo que se fue a las montañas. Allà se encuentra con…