Paradiso editores, 2009. 120 páginas. El señor Peer entrega a Kazbek una carpeta de piel de camello con unos extraños dibujos de insectos, lo que activa un proceso de escritura que rompe el bloqueo que tenía con la escritura de una novela sobre un antiguo jefe que no terminaba de arrancar. Me ha gustado la estructura fragmentaria que incluye el punto de vista de Peer, el artista, Kazbek, el escritor y Dacal, ese personaje esquivo, la mezcla de dibujos y textos inspirados en ellos, y ese final con su punto de emotividad. Un libro simpático que se lee en un suspiro. Bueno. El señor Peer quiere que sus bichos sigan atravesando la oscuridad para salir a la superficie de la página. Quién sabe a dónde y quién sabe a qué saldrán. Como ocurre en toda historia, mientras el lector se concentra en los pasos de un personaje, los otros no dejan de avanzar. Imaginar una correspondencia en la marcha general de los personajes es el reto que el tiempo plantea en la mente del lector. Hace del lector un viajero en busca de la luz. El tiempo lo lleva, en secreto, a un mirador simultáneo ubicado en el punto más…