Andrés Rubio. El árbol rojo.
Poesía / enero 11, 2023

Demipage, 2010. 124 páginas. Selección de versos y textos de la poesía universal para acompañar a ritos laicos (bodas, bautizos, fallecimientos) sin tener que usar la liturgia asociada. Un buen libro para encontrar ideas para esos momentos capitales. Como pega decir que son todos los que están, y están bien elegidos, pero no están todos los que son. Que sería algo imposible, claro, pero un poquito más de variedad ni hubiera estado mal. Bueno. Nanas de la cebolla. Miguel Hernández. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma, al oírte, bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol, porvenir de mis huesos y de mi amor. Pascal Quignard. Vida secreta. Los que aman ardientemente los libros constituyen, sin saberlo, la única sociedad secreta excepcionalmente individualizada. Sin que lleguen a encontrarse nunca, se parecen gracias a la curiosidad por todo y a una disociación sin edad. Sus elecciones no se corresponden nunca…

José Ovejero. Nueva guía del Museo del Prado.
Poesía / septiembre 14, 2016

Demipage, 2012. 70 páginas. Había escuchado en la radio el poema que reproduzco al final, y tomé prestado el libro sólo por volver a leerlo. El resto del libro no me importaba demasiado, la poesía y yo nunca hemos hecho buenas migas. Gran error. He devorado los poemas como Saturno a sus hijos, y me he burlado de la muerte como el niño que ve el vuelo de la lechuza. Y me he mirado en el espejo de Susana y los viejos, que somos y seremos nosotros. Me he sentido frágil, y despierto, humano en definitiva. Que es como debemos sentirnos ante el arte, la razón de lo que somos. LOS PINTORES 1. Cobalto para el azul, cardenillo para el verde, para el amarillo trisulfato de arsénico, antimonio para el negro. Aprendieron a mezclar los colores y el aceite, recetas secretas, la cantidad precisa para cada veladura. Lo aprendieron todo y sobre todo aprendieron a no ver lo que no debían. Pintaban pechos, nalgas, pubis sospechosamente impúberes, tan perfectos que dan ganas de alargar la mano; héroes triunfantes, dioses en todas las posturas, emperadores, papas, perritos de compañía, las tierras conquistadas por la ley del más fuerte. El brillo del…